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lunes, 10 de noviembre de 2014

Seleccionado en Calabazas en el Trastero XVIII: Aparecidos

Pues sí: vuelvo a la publicación periódica que tantas alegrías me ha dado. En este número de apariciones y aparecidos, mi Solo tú me satisfaces despega un poco los pies del suelo; con este vuelvo a los primeros relatos oníricos que escribía hace años, cuando la impresión que me habían causado algunos de los primeros cuentos de Lovecraft todavía estaba reciente en mi memoria.

Aquí tenéis la lista de seleccionados:

Dejad que los niños se acerquen a mí (María Posadillo Marín)

El negocio familiar (Fernando López Guisado)

Fin de año en la izakaya de Hideshi Hino (Sergi G. Oset)

Frascos (Víctor Selles)

La muerte alrededor (Raelana Dsagan)

Lágrimas de tinta y sangre (Enrique Cordobés)

Largo y escabroso es el camino (Raúl Gómez Lozano)

Metástasis (Óscar Pérez Varela)

Niebla en Osaka (Andrés Díaz Hidalgo)

Otro año escolar (Juan Ángel Laguna Edroso)

Queda un largo camino hasta Tipperary (Carlos García)

Solo tú me satisfaces (Pedro Moscatel)

Un trabajo de riesgo (Miguel Martín Cruz)

Además la antología contará con un prólogo cortesía de Nocte de Víctor Conde, y la ilustración de portada será obra de Miguel Puente.

Como siempre, para más información sobre Calabazas en el Trastero: http://sacodehuesos.com/calabazas-en-el-trastero

sábado, 25 de octubre de 2014

Seleccionado para la antología Visiones 2014

Pues sí. Aunque el fallo se ha retrasado un poco (estaba emplazado al último día de septiembre) la espera ha merecido la pena. Hacia la media noche de ayer me llegó la noticia a través de facebook y por un compañero, un poco irregular todo pero igualmente feliz: mi relato Proyecto Planeta ha sido seleccionado.

La antología Visiones es el recopilatorio anual que prepara la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror. Personas o colectivos del mundillo se encargan cada año de establecer los criterios de selección y de leer y elegir las propuestas; este año, ese trabajo ha recaído en Joaquín Revuelta. Joaquín, en el texto de la convocatoria, abogaba por recibir relatos tanto de noveles como de autores consagrados (decisión acertada, en mi opinión) y nos pedía que elaborásemos una historia de ficción next minute, es decir, de esa especulación inmediata de la que también se nutre (y mucho, y muy bien) la ciencia ficción. Este ha sido el resultado:

El Gran Hotel Catalonian Miguel Ángel Chamizo Jodar
Diminutos Javier Urquiza López
Los pocos minutos que nos quedan Sergio Gaut Vel Hartman
Mi padre Marco Antonio Marcos Fernández
El Proyecto Acuatécnia Néstor Bardisa
Proyecto Planeta Pedro Moscatel
Hoax Javier Fernández Bilbao
Hijos de Coubertin Antonio González Mesa / Juan Glez. Mesa
Chico Problemático Magín Méndez Sanguos
Muñeca Alejandro Valiente Lourtau
Gastronomía española Francis Novoa
La mole Carlos Romeo
Sabemos lo que te gusta Aitor Solar Azcona
Duna Ricardo Cortés Pape
Fecha de caducidad Anaid Ofelia Pérez Mendoza
Hotel Sahara Juan Jesús Botí Hernández
Jugar un juego Sandra Monteverde Ghuisolfi
Tú tienes que estar conmigo Alfonso José Gijón Morales
Güijas Cuánticas y bufandas del Atléti Pedro López Manzano
El penúltimo día Vicent Sala Enguix

Aquí el anuncio oficial. ¡Enhorabuena al resto de seleccionados!

sábado, 11 de octubre de 2014

Huevo de dragón, de Robert L. Forward


Texto de contraportada (Del Rey Books):

"Bob Forward writes in the tradition of Hal Clement's Mission of Gravity and carries it a giant step (how else?) forward."     —ISAAC ASIMOV
[Traducción: Bob Forward escribe en la tradición de Mission of Gravity de Hal Clement y lo lleva una gran paso (¿cómo si no?) más allá.]
"Dragon's Egg es soberbio. Yo no podría haberlo escrito; habría requerido mucha física de verdad."     —LARRY NIVEN
"Este de aquí es para el auténtico fan de la ciencia ficción."     FRANK HERBERT
En una conmovedora historia de sacrificio y triunfo, científicos humanos establecen una relación con formas de vida inteligentes —los cheela— que viven en Huevo de Dragón, una estrella de neutrones donde una hora de la Tierra equivale a cientos de sus años. Los cheela evolucionan culturalmente desde el salvajismo al descubrimiento de la ciencia, y por un breve tiempo, los humanos son sus profesores diligentes...
"Robert L. Forward cuenta una buena historia y pregunta una cuestión profunda. Si nos topamos con una raza de criaturas que viven cien años mientras nosotros vivimos una hora, ¿qué pueden decirnos o decirles nosotros a ellos?"     FREEMAN J. DYSON, Autor de Disturbing the Universe
"Forward tiene credenciales científicas impecables, y... ideas especulativas originales, grandes."     The Washington Post 
Robert L. Forward es consultor científico, experto en tecnologías futuras, conferenciante, y escritor de ciencia ficción y ciencia real. Es el dueño y jefe científico de Forward Unlimited, una firma consultora especializada en phísica exótica y propulsión espacial avanzada, y socio y jefe científico de Tethers Unlimited, una sociedad formada en 1994 con el Dr. Robert P. Hoyt y especializada en entornos espaciales de alta probabilidad de supervivencia. Es autor de diez novelas de ciencia ficción, la secuela de Dragon's Egg, y tres trabajos de ciencia académica además de numerosos artículos de ciencia popular e historias breves.

Me repatea hacer la reseña de un libro que no vais a poder disfrutar si no estáis dispuestos a buscarlo de segunda mano o si no leéis inglés a un nivel alto. Porque no, Huevo de dragón no está a la venta en castellano. Tenéis que haceros con la edición en inglés de Del Rey, ahora división de Random House Incorporated, o recurrir a las librerías de viejo en busca de la ya descatalogada edición de Nova ficción.
La susodicha.
Y entonces, ¿por qué lo reseño? Pues porque merece la pena con creces saltar una de esas dos barreras (el idioma o la búsqueda por puestos y tiendas añejas) para conocer la historia de Huevo de dragón, la estrella de neutrones en que se desarrolla gran parte de esta genial novela de ciencia ficción hard.

Quien haya leído a Niven seguramente comprenda el alcance del comentario del autor de Mundo Anillo que figura en la contraportada de Drangon's Egg. Estamos ante un trabajo concienciudo para dotar al escenario y sus pobladores de una verosimilitud detallada y fiel a la física formal. Tanto es así que Forward (ahí se nota la deformación profesional del consultor) no puede resistir la tentación de agregar al final del libro un jugoso apéndice para los que tenemos curiosidad por estas cosas.

Los Cheela esquematizados en el Apéndice
Pero no todo es hard en la hard. A pesar de los prejuicios de quienes (generalmente desde el desconocimiento) reniegan de este subgénero, hay hueco para mucho más que ciencia y tecnología entre las páginas de Huevo de dragón, como ocurre en la mayoría de las novelas de este tipo.

Tenemos ante nosotros un ejercicio bestial de empatía. Unos seres de aspecto protozoico, tan calientes que nos arderían en las manos, tan poco densos (por la gravedad a que están sometidos en la superficie de la estrella Huevo de dragón) que reventarían en nuestra atmósfera, tan diferentes a nosotros que sus procesos biológicos no están basados en la composición de estructuras complejas de carbono sino en interacciones de radiación nuclear débil.Y Robert Forward consigue que nos olvidemos de esas diferencias para contarnos una historia épica de individuos, primero, y de su sociedad, después. Y olvidamos la biología imposible, la anatomía rocambolesca y el ambiente inhabitable para pasar a deleitarnos con la psicología, la historia y la cultura de un pueblo al que espiamos, como a través de un magnífico telescopio, desde su nacimiento hasta... hasta mucho más allá. 

Leed este libro, si podéis. Y si no podéis, pedid que nos lo vuelvan a traducir e imprimir. Los cheela lo merecen.

Y nosotros también.

viernes, 15 de agosto de 2014

A la venta Bestiario de lo sobrenatural I: La sombra de Polidori

El II Concurso homenaje a John William Polidori, en la línea de otros como el célebre Hislibris, fue un certamen abierto y participativo en el que todos los relatos participantes podían ser leídos por cualquiera y en el que una parte importante de la decisión final recaía sobre un jurado popular y voluntario. El tema: el vampirismo

Como suele ser en estos casos, el certamen tiene dos valores añadidos si lo comparamos con otros más convencionales. Primero, permite ver las cosas desde el otro lado, ponerte en la piel de un jurado y descubrir que no es tan fácil ser imparcial, encontrar el equilibrio correcto entre rigor y magnanimidad, ceñirte a las bases y en definitiva sacar una selección digna; y que, aunque se logre todo esto, tu selección no tiene por qué parecerse demasiado a las de los otros. Y segundo, es una de las maneras más fáciles y rápidas de obtener un montón de feedback, useasé, de descubrir lo que un buen número de personas diferentes piensan sobre tu relato, las sensaciones que les despierta, lo que les ha gustado más y lo que menos. Y esto, para los que nos pasamos las horas manchando folios (o llenando de bytes de caracter de cadena de texto ficheros punto erre te efe, punto o de te o punto doc) significa mucho. Muchísimo.

Siendo así, servidor aprovechó el certamen, por un lado, para experimentar con recursos que estoy poco acostumbrado a utilizar y, por otro, para incordiar con mi opinión acerca de los límites de las bases y predicar con el ejemplo presentando dos relatos en los que hay vampirismo, pero no vampiros. Sobra decir que el resultado fue desigual entre los jueces, pero aunque fuese por los pelos entré en esta antología conmemorativa. En realidad lo que me ilusiona es haber participado en la decisión del jurado popular, haber estado ahí desde los primeros días del certamen, haber dado mi opinión sobre cada relato y haber debatido con los compañeros. Me parece que ha quedado una antología bien chula, y es gracias al esfuerzo de los autores, lectores y colaboradores de un certamen ni mejor ni peor: distinto.

Está a la venta en Amazon en formato Kindle y en papel (impresión bajo demanda) a unos 2€ y a unos 7€, respectivamente. Además de las trece historias vampíricas seleccionadas en el certamen, incluye una nueva traducción de El vampiro del propio Polidori realizada para la ocasión por Juan Ángel Laguna Edroso (escritor, administrador del portal Ociozero y editor de Saco de Huesos), y también un relato breve de Ignacio Cid, cuyo nombre quizá os suene de la reseña que hice por aquí a su Texturas del miedo hace ya un par de años (cómo pasa el tiempo, leñe) y que tras El osito cochambre, se encuentra en promoción de su tercer libro en solitario: Nudos de cereza (y habrá que estar atentos a más trabajos en el futuro inmediato, se dice, se comenta). 

Os dejo con la descripción del producto en Amazon:

John William Polidori es el paradigma del autor devorado por el mito del vampiro. A pesar del indudable valor de su aportación al imaginario moderno con la creación de Lord Ruthven, este joven poeta se vio eclipsado por la sombra del genio Lord Byron, quien irónicamente sirvió de modelo para ese mismo vampiro aristocrático. Es por ello que hemos querido reivindicar, a través de su figura, a todos aquellos autores y narradores que han aportado al género sin que sus nombres se inscriban en letras de oro, o incluso a veces siendo pasto del olvido. Ese es el espíritu de nuestro Concurso homenaje a Polidori, y también de esta colección, que busca servir de palestra a escritores sin consideración alguna sobre su trayectoria o su adecuación al mercado.

En esta segunda convocatoria del certamen, cuya temática era el vampirismo, hemos seleccionado trece perspectivas sobre el vampiro. Son relatos cortos que conforman un complejo mosaico: beben de fuentes mitológicas, actualizan el mito al trasfondo contemporáneo, juegan con las claves del género pulp, incorporan elementos cinematográficos, reflexionan sobre el concepto del vampirismo... buscan, en definitiva, su propia voz para trabajar con un monstruo que se ha erigido uno de los pilares indispensables del género de terror. Como complemento, se incluyen dos relatos adicionales: «El vampiro», de John William Polidori, que hemos vuelto a traducir para la ocasión, y «Cuando se supone que una madre abraza a un monstruo», la visión de nuestro jurado de honor Ignacio Cid Hermoso.

En próximos números de nuestro Bestiario de lo sobrenatural visitaremos nuevos mitos a través de nuestro concurso homenaje. De momento, podéis disfrutar de estas quince historias sobre succionadores de sangre, de vida.

La antología incluye los siguientes relatos:

El vampiro, por John William Polidori
El bosque del arcoíris, por Pedro Moscatel
Tres monumentos a mi agonía, por Ángeles Mora
Vampiros en La Habana, por Covadonga González-Pola
Defixio, por Gloria T. Dauden
Comer con los ojos, por Gema del Prado Marugán
Te doy mi sangre, por L.G. Morgan
El origen de los hematófagos, por Ángel Elgue
Billion Dollar Betsy, por Javier Fernández Bilbao
La dulce Núria, por Óscar Muñoz Caneiro
Los dos mundos de Lord Barrymore, por Edgar Sega
Sangre, Billy Idol y la Carretera de los Muertos, por Sergio Pérez-Corvo
Sangre, por Enrique Cordobés
Negocios, por José Manuel Fernández Aguilera
Cuando se supone que una madre abraza a un monstruo, por Ignacio Cid Hermoso

Más información en www.sacodehuesos.com

domingo, 10 de agosto de 2014

Seleccionado para el especial Calabazas en el Trastero: Steampunk

Parece que el Steampunk me sigue dando suerte, al menos por el momento. Aunque no negaré que mezclar el retrofuturismo y el fosco ha sido todo un reto, la verdad es que ha sido un ejercicio interesante y sobre todo muy divertido. En este relato, La vida del imbécil, muestro una España rural y castiza que no sabe nada de revoluciones industriales ni burguesas, que vive anclada en un pasado nobiliario y casi feudal debido a... bueno, ahí entra el fosco. Tendréis que leer el relato para saberlo.


Esta es la lista de seleccionados:

Ciudad paradigma (Javier Fernández Bilbao) 
El infierno mecánico (Carlos Gómez)
El noble arte de guardar un secreto (Oscar Navas Carballo)
El relojero de los muertos (Juan Ángel Laguna Edroso)
Hueytecuilhuitl (Pablo Loperena)
Ius Sanguinis (Salomé Guadalupe Inglemo)
La conciencia de las máquinas (Vidal Fernández Solano)
La prodigiosa calabaza parlante del Doctor Pascal (Daniel Garrido)
La vida del imbécil (Pedro Moscatel)
Máscaras (Gloria T. Dauden)
Mechanomikón (Alejandro Morales Mariaca)
Sangre, sudor y monstruos (Ricardo Montesinos)
Un infierno peor que la ceguera (Xuan Folguera)

La cubierta corre a cargo de Pedro Belushi y el prólogo, cortesía de Nocte, lo firmará Julián Sánchez Caramazana.

Tenéis más información sobre Calabazas en el Trastero en http://sacodehuesos.com/calabazas-en-el-trastero

domingo, 6 de julio de 2014

El bosque de las historias II

Mi recién hallado maestro, aquel que me convertiría en el mejor escritor vivo o muerto, dio media vuelta y se perdió, igual que había venido, entre los árboles del Bosque de las historias.

—¡Espéreme, Bodhisattva! —grité, y eché a andar tras él.

Sus zancadas eran largas y seguras, confiadas como las del que está familiarizado con el camino. Mientras tanto, las mías eran cortas y titubeantes, y mis pies se topaban con las raíces y mis tobillos se rasgaban con las zarzas, y casi sentí miedo de lo que diría el Bodhisattva cuando viese mis zapatos aún más sucios y todavía más estropeados después de todo aquello.

Seguí mientras pude y a pesar de las dificultades, pero pronto la vegetación espesó hasta que me fue imposible dar un único paso más… ¡Y lo peor es que de todos modos no habría sabido en qué dirección darlo! Hacía mucho que las zancadas de mi Bodhisattva se habían alejado muy por delante de mí, y yo estaba desorientado y sin recursos en un terreno que no conocía salvo por una foto en el panfleto promocional que, ahora que lo pensaba, ni siquiera debía de ser auténtica. Así que me detuve y traté sin éxito de recuperar el aliento. El viento que soplaba entre los troncos descascarillados me insufló una gélida melancolía, y pensé que me había engañado al llegar al poste, echarme la chaqueta sobre el hombro y penar que lo peor ya había pasado. ¡Esto iba a ser más difícil de lo que parecía! Por primera vez pensé en abandonar. Quise renunciar a mi sueño alocado de ser el mejor escritor vivo o muerto. Decidí que alguien que se perdía así en el famoso Bosque de las historias, el mismo del que salen los grandes escritores, no merecía saber la manera única y verdadera de ordenar las palabras dentro de una frase, ni el número exacto de palabras que debe contener un párrafo, ni el patrón invariable por el que se cortan todas las grandes historias.

Así que allí mismo, creyéndome perdido y solo, lloré.

—¿Quién eres?

Me limpié las lágrimas en la manga y alcé la vista hacia mi interlocutor con una sonrisa amplia, aunque no la sentía demasiado. Él era alto y erguido como una torre, y sus ojos oteaban por encima de una gran nariz aguileña. La barba cana peinada y solemne, los pómulos duros y el aire regio me hicieron pensar que debía ser alguien importante aquí, en el bosque.

—Yo soy…

Pero él no me dejó terminar.

—¿Estabas Llorando?

—¿Yo? ¡No, qué va!

—Deberías —dijo, y se cruzó de brazos, allí en lo alto—. He visto fracasar a mucha gente como tú.

Algo se removió en mi interior.

—Bueno, sé que no es fácil, pero…

—Pobre —dijo él, poco interesado en lo que tuviese que decirle—. Todos llegan como tú, llenos de esperanzas. Y yo tengo que ver cómo esas esperanzas se resquebrajan y se parten en mil pedazos, y esos pedazos terminan molidos y el polvo restante se lo lleva el viento. Y eso me llena de tristeza.

Eso decía, pero sonreía.

—¿Cómo esperas triunfar donde otros han fracasado? —dijo, aguantando apenas ya la risa, y yo esperé para ver si ahora me dejaría hablar. Como su silencio daba de sí, intenté meter en él una respuesta:

—La verdad es que ya no sé muy bien si…

—¡La verdad! —dijo, y se llevó una mano a la frente como si mi osadía al pronunciar esas dos palabras hubiese sido lo bastante grave como para causarle un daño físico—. ¿Qué sabrás tú de la verdad? Yo mismo llevo buscándola desde mucho tiempo antes de que tú llegases a este bosque.

Me estaba hartando de él, así que perdí la sonrisa amplia y forzada que ya sí que no sentía en absoluto.

—¿Y bien?

—¿«Y bien» qué? —casi escupió sus palabras.

—Soy un ignorante, así que ayúdame a conocer. ¿Cuál es la verdad? ¿Qué sabes tú de ella, que llevas tanto tiempo buscándola?

Naturalmente no sabía la respuesta. Me miró con un odio capaz de atravesar un tomate maduro en una tarde de sol, lo que no es muy espectacular pero sigue siendo mucho, y después le vi desinflarse. Se encorvó hasta quedar a mi misma altura, y sus ojos húmedos y enrojecidos apenas se veían bajo sus cejas, y su rostro, que me había parecido regio y anguloso, ahora me parecía decrépito y anguloso. El mismo atributo, otra interpretación. Intentó decirme algo, y casi agradezco que no le saliesen las palabras, porque por el modo en que se le atragantaron debían ser todas horribles. Se marchó, vencido, aunque vi en sus ojos que la zozobra ante lo que yo le había dicho sería olvidada, y después solo quedaría el rencor. Al darse la vuelta vi las telarañas en sus hombros y en su espalda, y cuando echó a caminar a zancadas cortas y lentas noté por primera vez la capa de verdín que le cubría las piernas hasta las rodillas.

—Bien dicho —dijo el Bodhisattva, justo detrás de mí.

—¡Maestro! —volví la vista hacia el lugar por el que se había marchado el extraño y después de vuelta hacia mi espíritu guía literario—. Al principio creí que era un escritor.

—Y lo era —repuso el anciano.

—Bueno, quiero decir un escritor de verdad.

—Él es muy real, te lo aseguro.

—Ya, pero me refiero… —me rendí con una sacudida de la cabeza—. No parecía alguien que supiese la verdad absoluta.

El Bodhisattva respiró pesadamente durante una fracción de minuto antes de hablar.

—Hay quien se pierde en el bosque porque no encuentra el camino, y hay quien se pierde porque olvida que está caminando. Este último es su caso: él ya no recuerda que está aprendiendo, no recuerda que vino para, algún día, atravesar el bosque, y tras tanto tiempo su mundo no abarca más que estos árboles.

—Parecía un troll.

Él rió pero no dijo nada.

—¿Y yo que me he perdido, me convertiré en él?

—No por el momento, y por una razón sencilla pero crucial: tú sabes que estás perdido.

Pensé durante un tiempo. Imaginé que las ardillas roían en las ramas y los pájaros picoteaban en las copas, las termitas masticaban en las cortezas y los gusanos removían la tierra, pero solo lo imaginé porque yo era una persona de ciudad y no tenía ni idea de lo que significaban los distintos ruidos del bosque. Para mí todo era un murmullo incomprensible en el que perderme, igual que me había perdido en aquella maraña de pensamientos, ¡igual que me había perdido en el bosque!

—Si hay quien se pierde porque no encuentra el camino, y hay quien se pierde porque olvida que está caminando, ¿por qué me he perdido yo, que sé que estoy atravesando el bosque y le tenía a usted para guiarme por el camino correcto?

—Yo no te guiaba por el camino correcto; tú me seguías por el camino que fue correcto para mí. Pero el camino que es fácil para alguien puede ser difícil para otros, y por eso ha llegado un punto en que no has podido seguirme.

—Y si debo buscar mi propio camino, ¡¿para qué demonios sirve tener un Bodhisattva?!

Él se encogió de hombros.

—Los has dejado bastante mal, pero creo que todavía puedo hacer algo con esos pellejos que llamas zapatos.

—No quiero que haga nada con mis zapatos. ¡Quiero que me convierta en el mejor escritor vivo o muerto!

—¿Y por qué piensas que yo soy capaz de hacer eso?

Por segunda vez desde que había llegado, no supe qué contestar.

martes, 1 de julio de 2014

Entrevista en Párrafos perturbados

Esta entrada va a ser muy breve: solo es para dejaros el enlace a la entrevista que me ha realizado Rafael González para su blog. Rafa es compañero de letras, pero además de antología: ambos participamos en Ácronos 2, la antología de steampunk editada por Tyrannosaurus Books que, por cierto, no deja de cosechar reseñas positivas. Para muestra, esta última que aparecía ayer en el blog de Marc Sabaté. Con una búsqueda rápida en google encontraréis el resto.

En fin, intentaré que la próxima entrada tenga más contenido y menos autobombo. De momento y mientras me reubico (nuevo trabajo, nueva ciudad, nueva casa, esas cosas) pasad por los enlaces y echad un vistazo a ese par de blogs, que no están nada mal.

sábado, 21 de junio de 2014

El bosque de las historias I

Cuando llegué me encontraba exhausto. El sudor frío me empapaba la camisa y los pies me hervían dentro de los zapatos, llenos de rozaduras y ampollas. Me aflojé la corbata, me lancé la chaqueta del traje por encima del hombro y suspiré. «¡Ya ha pasado lo peor!» pensé, y me acerqué a la señal para enderezarla. 

—Bodhisattva literario —leí—, también se arreglan zapatos.

Pero no pude enderezarla porque no se quedaba en su sitio. Estaba clavada al poste de madera con un único clavo y era imposible dejarla en posición horizontal sin que girase otra vez sobre su centro.

—Es un cartel testarudo, el de este poste —salió una voz de entre los árboles, y al momento supe que se trataba de mi mentor, el que me convertiría en el mejor escritor vivo o muerto.

—¿Es usted el bodhisattva, el que se encuentra en posesión de la verdad absoluta? —dije, solo por confirmar lo que yo ya sabía—. ¿Me enseñará cuál es la manera única y verdadera de ordenar las palabras dentro de una frase? ¿Me dirá el número exacto de palabras que debe contener un párrafo? ¿Me mostrará el patrón por el que se cortan todas las grandes historias?

De donde había venido la voz salió a pasos largos uno de esos ancianos endurecidos. Esos poseídos por un último fogonazo de juventud, como el destello de una estrella que quema su último combustible antes de morir. Me dedicó la sonrisa protocolaria y distante que podría haberme dado el dueño de la librería de viejo de mi barrio.

—Y también arreglo zapatos, si te interesa.

Bajó la mirada hacia mis pies y consiguió que me sintiese avergonzado por el estado en que habían quedado mis zapatos tras la caminata.

—Le imaginaba de otra manera —dije con la esperanza de redirigir su atención.

—Entonces tú eres el único culpable de tu decepción.

Me fulminó con una mirada seria y neutra, observadora. Sonreí nervioso, y entonces rió con una alegría que me sorprendió por lo sincera.

—¿Por qué dijo que el cartel es testarudo?

Frunció por un momento el ceño como si yo le hubiese preguntado «¿es este el planeta Tierra?». Después señaló al poste y al cartel, este último girado noventa grados más de lo que se considera apropiado para una señal decente y respetable.

—Es testarudo porque hace que la gente incline la cabeza o intente ponerlo recto, como has hecho tú. Y esa gente solo quiere leerlo. Si lo que el cartel quiere es comunicar algo, ¿por qué ponerlo difícil?

—Igual el cartel prefiere que solo lo lean quienes se tomen la molestia de entenderlo. Eso hace más valioso el mensaje.


—Pero el mensaje es el mismo —dijo él—. Y cualquier idiota puede girar un cartel. ¿Qué me dices a eso?

No supe qué contestar.
 

jueves, 12 de junio de 2014

Ciencia y revolución en la Feria del Libro de Calatayud

Entrada rápida, la verdad es que se explica sola. Para los bilbilitanos que me leéis por aquí y para quien pueda acercarse, allí estaremos ;).

viernes, 23 de mayo de 2014

Mi BSO para Ciencia y revolución

Hace un par de meses, mientras esperaba a que Ciencia y revolución estuviese en la calle (y en mi estantería), me senté a componer una canción para el libro, en parte porque soy una de esas personas que no pueden estar sin hacer cosas peregrinas y aparentemente innecesarias. Quería ver si era capaz de captar la esencia, el tono, el espíritu. No fue fácil condensarlo todo en una pieza, pero al final salió esto. Con sabor clásico; sin batería, ni guitarras eléctricas, ni efectos futuristas, pero es que hay un momento para todo. Y yo creo que a Mikelu Savanna, el profesor que protagoniza el libro, le pegan esas primeras notas tímidas y reposadas, que demuestran luego un carácter más fuerte y decidido, y que se entremezclan entonces con episodios de efusión que no son otra cosa que esas historias épicas que nos cuenta Mikelu a lo largo de su charla, para adquirir en las últimas vueltas un crescendo con visos de inevitabilidad y terminar en esa melodía que se va apagando pero sigue, de algún modo, presente.

La verdad es que no estaba seguro de si debía mostraros esta canción, porque me queda mucho por aprender, porque no es nada del otro mundo, y por mil razones más. Pero os la muestro porque si la compuse fue para que acompañase al libro, esa es su razón de ser, y este es su momento. Así que ahí va:





*NOTA: Aprovecho para avisaros de que el libro ya está en distribución, es decir, que además de tenerlo en la web de la editorial y en amazon, podéis buscarlo en librerías o pedir que os lo traigan si no lo tienen.

martes, 13 de mayo de 2014

Alimañas, de Óscar Pérez Varela



Texto de contraportada (Saco de huesos):

Si los que no han tenido que luchar jamás no reparan en el coraje que mostraste, sino en las cicatrices con que te marcó cada pelea, puede que Alimañas se convierta en tu libro de cabecera.
Alimañas es una fábula existencialista. Un viaje iniciático. Un libro de arte y citas filosóficas. Una calumnia encanallada que esconde verdades hirientes. Un delirio demencial hecho de cemento, hormigón y la sangre de otros. Lo que no quieres saber, pero tienes que afrontar a la fuerza. La válvula de seguridad que es la fantasía estallando en mil fragmentos. Cipión y Berganza destrozados a dentelladas; Bola de Nieve, Chillón y Boxes condenados a la peor de las muertes. La pesadilla de Esopo en el Madrid de hoy. La historia de gatitos que jamás filmaría la Pixar. La novela de realismo sucio que no llevaría a la pantalla Abel Ferrara. La apuesta editorial del margen que ningúna otra editorial se atrevió a secundar. La clase de libro que solo Saco de Huesos puede ofrecer.

A Óscar Pérez Varela, alias Crocop, le conozco por sus comentarios en ociozero y por sus relatos en Calabazas en el trastero, a veces ejercicios de erudición y a veces de crudeza, pero siempre memorables. Con solo esto, varias recomendaciones y la lectura de la sinopsis que os he reproducido, apenas sabía qué me iba a encontrar al leer Alimañas. Confiaba en que fuese algo bueno, con la prosa trabajada de Crocop y todo su significado. También esperaba, como dice la contraportada, «un libro de arte y citas filosóficas», y además algo de rebeldía y profundidad, algo de esa belleza sucia de los escritores extremos, y el par de láminas que había visto de Jean Gilbert Capietto prometían mucho en esta dirección.

En su libro Schadenfreude, ganador del premio literario de terror de Maracena y publicado por Almuzara, que por cierto promete bastante brutalidad, Crocop se ayuda de mis muy apreciados Rammstein para complementar la palabra escrita. En Alimañas no tenemos metal industrial (quizá tampoco le fuese bien. Yo le habría puesto algo de progresivo, algo de Tool, o mejor aún, algo de blues desgañitado, algo de Howlin' Wolf), pero sí que tenemos la acuarela de Capietto, que también es brutal y desgarradora, con un sentido estético envidiable y, a ratos, narrativo por sí mismo. Los chicos de la editorial Saco de huesos han bordado la maquetación. Por un lado el resultado es uno de esos libros que tienen valor incluso como objeto, y por el otro se ha logrado que las imágenes y el texto confluyan de la mejor de las maneras, que ver la ilustración adecuada en el momento preciso se traduzca en otra forma de narrar, otra forma de cerrar un párrafo demoledor o de alimentar la semilla de una incertidumbre.

Alimañas es la historia del camino que todos recorremos, traducida a clave de fábula. Cada breve escena, precedida de una cita y profusamente ilustrada, nos invitará a reflexionar sobre las formas de afrontar la vida y los conflictos, sobre el significado y los orígenes de conceptos como el miedo, la identidad individual o los lazos afectivos. Seguiremos a la gata callejera Tormenta a lo largo de su rito iniciático. Aprenderá a sobrevivir por sí misma, a trazar su propia identidad y a combatir a zarpazos el miedo a la muerte, a la soledad y al castigo social. Y cada una de esas escenas merecerá una pausa y una reflexión, y estoy convencido de que no todos los lectores llegaremos a las mismas conclusiones ni sentiremos las mismas cosas al presenciar, por ejemplo, el intento del loro Salomón de cruzar la M-30 o el episodio que tiene Tormenta con los patos del estanque del Retiro. 

Os dije antes lo que esperaba encontrar, y ahora toca decir lo que encontré al leer la novela del tirón, en una noche tras la que me tocaba el madrugón. Encontré una crudeza menos intensa de lo que esperaba pero mucho más presente y ominosa, como un manto pesado sobre el pecho. Una avalancha de guiños, significados, ventanas al autor, que se suele decir, y mucha, mucha profundidad. Las alucinantes ilustraciones de Jean Gilbert Capietto, que van al sentimiento, que transmiten siempre un poco más de lo que ilustran. Encontré en definitiva todo lo bueno que esperaba, pero me sorprendió la belleza y el trabajo del conjunto. Esa belleza sucia, real, cruda, auténtica y muy, muy empática que todos podemos reconocer. Ese trabajo incansable para recabar cada cita, para repasar cada escena y cada párrafo, junto al trabajo del ilustrador y la editorial, para crear algo muy, muy grande.

Lo peor con diferencia de este libro es que, por su naturaleza, tiene papeletas para pasar desapercibido. Ojalá me equivoque y no sea así. Yo aporto mi grano de arena con esta recomendación: no os lo perdáis si tenéis oportunidad de leerlo.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Ciencia y revolución, ¡ya a la venta!


Ha costado, pero ya está aquí: mi segunda novela (novela antológica) sale a la luz. Me lanzo de cabeza a lo que más me gusta, la ciencia ficción, y como os contaba hace unos meses, si le dáis una oportunidad y buceáis entre sus páginas asistiréis a:
«la invención de un instrumento musical que puede controlar nuestra mente, al surgimiento de grupos de econoterroristas, a las consecuencias imprevistas de la revolución marciana y a algunas cosas tan increíbles como la transformación de un ser humano en un dios.» 
Pero hay muchas cosas más, como la capacidad de ver nuestros sueños o decidir qué recordamos y qué no; como el trazado de un mapa bidimensional del espaciotiempo o el uso de la radiación solar como golpe de gracia en una guerra.

Y también reflexiones sobre lo que es la ciencia ficción como género, la literatura como su vehículo, y la sociedad como su emisora y depositaria. Sobre la crisis económica y sistémica y las revoluciones sociales, culturales y tecnológicas que estamos viviendo. Y sobre lo que quedará de ellas, y lo que dirán de ellas los profesores de historia de nuestros tataranietos.

Por mucho que mi anterior novela El rebaño del lobo fuese una distopía de presente inmediato y se la pueda considerar ciencia ficción, creo que en Ciencia y revolución soy un poco más consciente del género. Por eso digo que los relatos que se entremezclan con la trama principal son mis primeros relatos de ciencia ficción, los primeros en los que hacía un ejercicio consciente de especular, de cuestionarme las cosas y plantear problemas de forma disociada o sugerir muy levemente alguna o varias de entre un abanico de soluciones. También hay metaliteratura, como en muchos de mis escritos y... y me estoy alargando mucho, y tampoco tiene sentido: tenéis que leerlo por vosotros mismos, si queréis.
 
Así que lo que os ofrezco humildemente son ciento setenta páginas de ciencia ficción, revolución, especulación, aventura, mucho esfuerzo y muchas ganas de contar una historia que conmueva y haga pensar, y lo tenéis en la web de la editorial, Libralia, en el portal de libros Click&Read y en Amazon, y dentro de un poco más podréis pedirlo en librerías.

Os dejo con la sinopsis y los datos del libro:
«Pues al igual que en aquellos años, en los albores de nuestra quinta edad, existen ahora gentes como ustedes y como yo que escribirán para ser olvidadas. Gentes que sueñan, ya sea con mundos entre las estrellas o con épicas tierras de fantasía, ya sea con vidas pasadas o con terrores ocultos en el límite de nuestra imaginación.»
Así habla ante sus alumnos Mikelu Savanna durante su exposición oral: Literatura de inicios del siglo XXI: Ciencia y revolución. Durante su digresión, el profesor desmigajará los entresijos de la literatura y la política de un periodo en el que muchos creían que la ciencia ficción estaba poco menos que en peligro de extinción: nuestra época, el siglo veintiuno. Para ayudarse en esta tarea, Mikelu Savanna mostrará a sus alumnos una serie de relatos escritos durante esta convulsa época de revoluciones sociales, crisis económica e increíbles avances científicos. El aula magna se convertirá, ante la guía del enigmático profesor, en una España desmemoriada, y también en una Grecia militarizada. Junto al resto de alumnos, el lector recorrerá las arenas de un oriente medio poblado de econo-terroristas, trazará un mapa del espacio-tiempo; asistirá al concilio posterior a la revolución marciana y, por qué no: al nacimiento de un dios entre los hombres.
Precio: 12€
Colección: Planeta Mercurio, nº 4
Año de edición: Marzo 2014
ISBN: 978-84-16101-10-8
Páginas: 170
Encuadernación: Tapa blanda con solapa

lunes, 14 de abril de 2014

For a fistful of tentacles: ¿Sigue vigente el horror cósmico?

Tengo que decirlo: mucho menos repulsiva, sectaria y abominable que la pintura original.
Los fans de Lovecraft no paramos de decir por ahí que Lovecraft está de moda lo cual no deja de ser sintomático, y el caso es que parece ser verdad. El mainstream ya no es tan main como solía ser. Alguien ve True Detective, lee en twitter que eso de "Yellow King" significa algo de hace como cien años, compra la selección de Llopis editada por Alianza que muchos conocemos y, voilá, el frikismo primigenio gana un adepto, y otro, y otro. Los aficionados ya teníamos música y videojuegos, películas de fans y hasta un serial a lo Diario de Patricia, ahí es nada. Novelas, relatos, ríos de tinta vertida alrededor de los mitos y una avalancha de lienzos decorados con auténticas maravillas, solo hay que darse un paseo por deviant-art para verlo.

Aquí en la piel de toro también habíamos tenido estas efusiones lovecraftianas, si bien en menor medida porque, en fin, el resto del mundo nos gana en población por miles de millones, tan fácil como eso. Math is a bitch. Pero ahora hay un resurgir en nuestro rincón local del mundillo. Un sello mayoritario como es Fantascy publica la novela de Jesús Cañadas, Los nombres muertos, que todavía no he podido leer porque no hay tiempo para todo pero a la que le tengo el ojo puesto y que tiene a la crítica dando palmas. Valdemar nos anuncia una novela de Emilio Bueso que apunta hacia las estrellas, Extraños eones, a la que todos los que hemos leído algo de Bueso o hemos tenido entre manos una edición de Valdemar también le tenemos ganas, también. Y con este resurgir no solo emergen novelas: entre las algas del obsceno fondo abisal también hay horrores tentaculares en antologías cósmico-horrorosas, revistas homenaje al genio de Providence, o artículos indepes de las webs como esta llenos de menciones a ese new-weird que, sinceramente, a veces parece same-old-weird y un burdo reclamo comercial, pero que no por ello nos disgusta, ojo. Porque nos gusta, nos gusta Lovecraft desde que conocimos los mitos y esa nueva forma pagana y misantrópica de asustar con la mirada puesta en el horizonte estelar, en el límite de la cordura.

Yo diría que lo hemos mamado. Yo lo he mamado, al menos; mis primeros relatos breves incluían mentes desquiciadas, horrores obscenos tan solo sugeridos y aquí Lovecraft me había pasado algo de Poe— terminaban con una frase en cursiva que debería hacerte decir: «coño», pero que no siempre funcionaba porque, por decirlo así, a la careta se le veía la gomilla (hey, cuidado en esta curva que es donde me maté yo...). Eso era solo a nivel formal y, por fortuna, es superable; pero lo que nos ocupa es más bien el fondo del horror cósmico, su naturaleza, y esto ya es algo que una vez que lo conoces deja su huella y nunca se supera del todo.

Hay que situarse: por un momento, viajemos hasta aquellas primeras décadas del XX. No es como en el cine mudo y la gente no viste de domingo los siete días de la semana. Más bien se parten el espinazo deseando que termine, de una maldita vez, la transición a la era contemporánea (no saben lo que se les viene encima). Nuestra cartografía del universo aumenta año tras año, y aquí en la vieja Tierra el hombre es cada vez más diminuto en comparación. La edad del mundo ya no es la de aquellos ridículos plazos bíblicos, y mientras la historia del planeta se extiende hasta lo absurdo y la nuestra encoge hasta lo aún más absurdo, el progreso científico y el que no lo es avanzan exponencialmente (sobre todo, quizá, desde el punto de vista de una mentalidad como la de H.P.L.) y el ser humano es cada vez más ajeno a su naturaleza anterior. Principios de siglo XX, ¿recordáis? Aunque si por un momento lo habéis olvidado y habéis asociado mis palabras a la actualidad, tampoco puedo culparos.

Si los relatos de fantasmas asustan mientras haya quien tema a la muerte y ahí están Poltergeist o la más reciente Insidious, por ejemplo— y el terror cristiano mientras haya fé ¿asustan tanto hoy en día películas como La semilla del diablo o El exorcista?—, el horror cósmico perdura mientras tengamos miedo a la vacuidad, a la nimiedad, a la absoluta falta de distinción. Mientras nos revuelva prejuicios atávicos recrearnos en la idea de que somos una mota de polvo a merced de fuerzas y energías que apenas comprendemos y ante las que nos descubrimos inermes, ya se manifiesten en forma de un dios primigenio que viaja como fuego entre las estrellas, o en forma de una eyección de rayos gamma de años luz de diámetro que nos impacte a velocidad cuasi lumínica y desintegre nuestro sistema solar entero (esta última no solo es una opción igual de terrorífica o más, sino que además es real y factible).

El horror cósmico, en definitiva, parte del terror existencial y seguirá estando vigente mientras temamos no dejar un poso material de nuestra experiencia, y ese miedo es un miedo que no solo le es propio al genoma humano, sino que es parte del código que tenemos en común con toda la vida en la Tierra. Es un terror colectivo y entelequio que ha llevado a los organismos extremófilos a vivir en las calderas submarinas sin luz ni oxígeno, en el hielo sellado de la Antártida y en el corazón de las rocas más profundas del subsuelo. Es un terror que lleva a la sonda Cassini más allá del sistema solar, que posa Curiosity sobre las arenas marcianas y varios módulos Apolo en el polvo lunar, que promueve la invención de la prensa de Gutenberg, la erección de las pirámides y la aparición de las primeras pinturas rupestres. ¿Sirve eso como prueba de vigencia?


Una cosa más...
Termino, pero no me quiero ir sin comentar de pasada el tema estrella: los tentáculos. Porque si el steampunk tiene esa locura del vapor, el horror cósmico tiene la plaga de los probóscides... y para esto no hay explicación sesuda: supongo que semos asín, necesitamos iconos reconocibles, y a menudo nos centramos en cosas que son solo la superficie, que no tienen que ver con la verdadera esencia del asunto. La verdad es que a nadie que haya profundizado en la obra de Lovecraft le gusta ir a leer horror cósmico y encontrarse con un plato de puntillas al ajillo y nada más, igual que si yo leo una historia de steampunk y no encuentro especulación, no lo considero steampunk por mucho vapor y mucho siglo diecinueve que encuentre. Ahora bien, si alguna vez sentimos rechazo hacia estas obras menores y (quizá) desvirtuantes, toca plantearse una pregunta: ¿habría llegado el horror cósmico a ser lo que es sin toda esa iconografía que rodea a los Mitos? ¿No existen esos sucedáneos en parte porque hay un sector de aficionados que los demanda? El debate fandomita está servido...

jueves, 3 de abril de 2014

Mirando al cielo


A veces, como todo hijo de vecino, alzo la mirada al cielo y me quedo embobado. No hace ni diez minutos que he enfocado la vista más allá de las azoteas de ocho alturas y de las cordilleras coronadas de antenas que se ven desde la ventana de mi habitación, y he recordado las palabras condescendientes de algún maestro y hasta algún sacerdote acerca de cómo, mirando al cielo, uno se da cuenta de lo pequeño que es el hombre en el gran orden de las cosas.

Y lo somos, claro que somos una mota de polvo en la nada, mucho más minúsculos de lo que a menudo estamos dispuestos a admitir. 

Mirando ahora al cielo, sin embargo, me ha golpeado una sensación incómoda; como el temblor de una cátedra mal asentada. Mirando a las nubes, o mejor dicho a la luz que sus jirones reflejan o no, en ese esfumato mal ejecutado en los bordes descosidos, he pensado en nuestro complejo universal de inferioridad. Ahí están los cirros, cúmulos y estratos, que cantaba Krahe a Brassans, toda esa masa de nitrógeno, hidrógeno, oxígeno y otros gases, meras configuraciones atómicas. Y creo que si no estuviésemos nosotros aquí para auditar esa disposición aleatoria de materia, tanto podríamos decir que no hay nubes, ni cielo, ni pequeñez o grandeza, ni blanco, cyan, gris, que por no haber ni siquiera habría un concepto de haber. Hace falta vida, a ser posible compleja; un cerebro para interpretar la complicada partitura que es esa serie de variaciones en el campo de Higgs y convertirla, con mayor o menor suerte, en un tapiz de cosas tan ajenas a la naturaleza primigenia de las cosas como son las sensaciones.

Pero si yo nunca he sido antropocéntrico...

Esta reflexión, ahora me doy cuenta, no es genuinamente mía. ¿Qué ando leyendo para cuestionarme así, a la primera de cambio, temas como la relevancia del ser humano y su papel agente en la naturaleza cambiante del cosmos? Os dejo con las palabras (muy fácilmente rebatibles, pero al mismo tiempo ciertas e igualmente inspiradas) de uno de los personajes de Kim Stanley Robinson en Marte Rojo, un libro que no puedo esperar a terminar: os lo recomiendo ya.

Este es el fragmento:
La belleza de Marte existe en el espíritu humano dijo con un tono de voz monótono y objetivo, y todo el mundo lo miró con asombro—. Sin la presencia humana es sólo una acumulación de átomos, en nada distinta a cualquier otra partícula fortuita de materia. Somos nosotros quienes lo entendemos, y nosotros quienes le damos sentido. Todos nuestros siglos de mirar el cielo nocturno y observarlo vagar entre las estrellas. Todas esas noches de observarlo por los telescopios, mirando un disco diminuto tratando de ver canales en los cambios de albedo. Todas esas estúpidas novelas de ciencia ficción con sus monstruos, doncellas y civilizaciones agonizantes. Y todos los científicos que estudiaron los datos o que nos hicieron llegar aquí. Eso es lo que hace que Marte sea hermoso. No el basalto o los óxidos.
Hizo una pausa y miró alrededor. Nadia tragó saliva; era demasiado extraño oír esas palabras saliendo de la boca de Sax Rusell, con el mismo tono de voz que emplearía para analizar un gráfico. ¡Demasiado extraño!
Ahora que estamos aquí —continuó—, no basta con ocultarnos bajo diez metros de tierra y estudiar la roca. Eso es ciencia, sí, y ciencia necesaria. Pero la ciencia es algo más. Es parte de una empresa humana más grande, y esa empresa incluye viajar a las estrellas, adaptarse a otros mundos, adaptarlos a nosotros. La ciencia es creación. La ausencia de vida aquí, y la ausencia de un solo hallazgo en cincuenta años del programa SETI indican que la vida es excepcional, y la vida inteligente aún más excepcional. Y, sin embargo, el significado completo del universo, su belleza, están contenidos en la conciencia de la vida inteligente. Nosotros somos la conciencia del universo, y nuestra tarea es extenderla, ir a mirar las cosas, vivir allá donde podamos. Es demasiado peligroso mantener la conciencia del universo en un solo planeta, podría ser aniquilada. Y ahora nos encontramos en dos, tres, si incluímos la Luna. Y podemos cambiar este planeta y transformarlo en un lugar más seguro. Cambiarlo no lo destruirá. Leer su pasado quizá resulte más difícil, pero su belleza no desaparecerá. Si hay lagos, o bosques, o glaciares, ¿cómo disminuye eso la belleza de Marte? Al contrario, pienso que la acrecienta. Añade vida, el sistema más hermoso de todos. Pero nada que haga la vida podrá echar abajo Tharsis o llenar Marineris. Marte siempre seguirá siendo Marte, distinto de la Tierra, más frío y agreste. Pero puede ser Marte y nuestro al mismo tiempo. Y lo será. Hay algo que caracteriza al espíritu humano: si puede hacerse, se hará. Podemos transformar Marte y construirlo como si levantáramos una catedral, un monumento tanto a la humanidad como al universo. Podemos hacerlo, así que lo haremos. De modo que... —alzó la palma de una mano, como si estuviera satisfecho de que el análisis hubiera sido apoyado por los datos del gráfico... como si hubiera examinado la tabla periódica y viera que continuaba siendo válida— ... bien podemos empezar.

sábado, 29 de marzo de 2014

Cosmos: A SpaceTime Odisey


El cosmos es todo lo que es o lo que fue o lo que será alguna vez
Carl Sagan, Cosmos: A Personal Voyage

Así habló el maestro de la divulgación científica en el primer episodio de una serie ya mítica para muchos. Con quinientos millones de espectadores estimados en todo el mundo, Cosmos fue un éxito rotundo en lo más básico: acercar la ciencia a la gente. Contar la historia del ser humano, de la vida y de nuestro planeta, la historia de nuestro universo y la historia de nuestros esfuerzos por conocerlo.

Hay algo brutalmente hermoso, vocacional, en la divulgación científica. Porque hay que tener una pasta especial para decidir: "el conocimiento no debería estar solo en las universidades, en los libros y en los laboratorios. Alguien debería llevar este conocimiento allí dónde no llega, y dar a todo el mundo la oportunidad de saber y crecer". Carl Sagan, que desde luego tenía esta pasta, no solo fue un divulgador; fue un gran científico que acumuló éxitos y descubrimientos a lo largo de su carrera y teorizó con éxito en varias ocasiones acerca de las atmósferas de varios cuerpos de nuestro sistema solar, pero probablemente no sea eso por lo que le recuerde la generación que vio Cosmos (allá por los ochenta o en cualquiera de sus reposiciones), ni por su enconada investigación sobre la vida extraterrestre. Los que en su día escuchamos esa frase con que comienza esta entrada le recordaremos por dar una dimensión diferente y nueva al mundo que nos rodea.

Ahora bien, de aquel momento hacen más de treinta años. Carl Sagan y su equipo nos hablaban entonces del futuro de la exploración espacial, de las maravillas que nos descubriría la sonda Voyager y de ciertas teorías innovadoras que comenzaban a asomar la cabeza en el mundo de la física. Se diría que ha llegado el momento de, desde el respeto (y casi la veneración), no mejorar pero sí continuar el trabajo de hace tres décadas. ¿El elegido para pilotar la nave de la imaginación? Neil deGrasse Tyson: una elección inmejorable, no solo por sus logros como científico y divulgador, que muchos conoceréis, sino por algo que descubriremos al final del primer capítulo de esta nueva Cosmos. Neil es el más adecuado para continuar con el legado de Sagan, no hay ninguna duda. 

izquierda: 1980. Derecha: 2014.

Cosmos: A SpaceTime Odisey
Preguntar si la ciencia que estudia la historia de la vida y el universo ha avanzado desde aquel mil novecientos ochenta sería caer en el absurdo. Por supuesto que sí. ¿Ha avanzado la capacidad de divulgación? Esto es más peliagudo. Carl Sagan no está entre nosotros, y esto es para tenerlo en cuenta. Pero tenemos a Neil Degrasse Tyson, que también es un divulgador como la copa de un pino, y las tecnologías permiten que Cosmos, hoy, sea todo un espectáculo para la vista, además de para la imaginación. Así que podemos decir que, sea ahora mejor o peor momento para una serie como esta, vaya a ser mejor, peor o igual que su antecesora, Cosmos va a realizar un servicio, un servicio positivo y universal. Va a saciar unas curiosidades y despertar otras, a criar una nueva generación de entusiastas del conocimiento, la razón y la lógica. 

Una nueva generación de escépticos.

A bordo de nuestra maravillosa nave partiremos de la pequeña blue marble...
...visitaremos lugares tan recónditos como estos mares de metano gélido en Titán...
...y hasta recorreremos una molécula de ADN.
Puedo deciros que los dos primeros capítulos me han entusiasmado. La plasticidad, la inteligencia representativa, pero también el guión y la estructuración de la información, todo se entrelaza en un tapiz genial que consigue situar esa hora de documental en la categoría de "entretenimiento", sin que por ello disminuya el rigor. Los episodios están siendo emitidos simultáneamente en castellano, así que ya están disponibles en el idioma que prefiráis. Si os interesan en lo más mínimo los grandes interrogantes de la vida, el universo, y todo lo demás, no dejéis de ver esta gran serie.