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sábado, 16 de noviembre de 2013

¿Por qué escribo literatura de género?


La blogosfera está llena de artículos prácticamente idénticos en los que los escritores explicamos por qué nos gusta escribir. Por qué le dedicamos a ello las más de nuestras horas. Por qué trabajamos tanto por algo que en la inmensa mayoría de casos no nos dará bastante ni para pagar el consumo eléctrico de nuestro portátil. Y las respuestas tienden a ser las mismas. 

Nadie dice que lo haga por el dinero, claro, y no porque no haya escritores avariciosos, ni porque falten escritores sinceros, sino por la simple razón de que esta, como ya hemos establecido más arriba, no es la mejor carrera profesional si queremos mantener lujos como la manutención básica o un alquiler.

No, en realidad las razones por las que escribimos suelen ser variaciones elaboradas de un mismo tema: "porque sí", "porque me da la gana", "porque disfruto con ello", "porque me hace sentir una persona mejor y más completa", "porque me obsesiona", "porque no se me ocurriría no hacerlo". Hasta aquí genial, pero hay una pregunta que no se ve tanto (por razones obvias), y que me parece mucho más interesante que el típico "¿Por qué escribo?". Esta pregunta es la que titula esta entrada, claro.

Y bueno, ¿por qué escribo esa literatura y no otra?

Pues porque —sin que sea nada malo, ni mucho menos— yo no escribo literatura costumbrista. No escribo literatura romántica. No escribo sobre la guerra civil. No escribo thrillers de espías. Hay personas en mis historias (personas con sufijo: personajes). Tienen sus propias rutinas a veces, son personas que se enamoran, que se matan entre sí, que se acuestan con ardor o con un sentido práctico del sexo, que traicionan sus ideales, mueren por una causa o que carecen por igual de esta y de aquellos. Pero salvo contadas excepciones (sirva un ejemplo), siempre tengo la sensación de estar escribiendo un relato fantástico. Fantástico (no puedo aguantarme, lo siento) no por lo bueno (ba-dum-pss), no, sino por lo fantaseoso. 

Porque cuando me siento a escribir una historia hago un ejercicio de imaginación, de libertad de pensamiento si se quiere quedar bien o de desbarre incontrolado si nos queremos acercar más a la verdad. Esa libertad, como todas, empieza en una reescritura o al menos una reinterpretación de las reglas del juego. En este mundo nuestro o en otro creado para la ocasión, no importa, puede que algo sea diferente a lo que espera el lector y hasta uno mismo por ajustes como la fecha (vayamos al siglo veintidós y echemos un vistazo), la realidad o no de algunas creencias místicas (supongamos, por un momento, que esa pesadilla podría ocurrir, que ocurre, ahora mismo) o (pero eso se lo dejamos a Tolkien, que servidor hasta la fecha no cultiva esa fantasía) la existencia de un pasado remoto en que la magia era real. Y por un momento casi creeremos que lo era, y que una palabra olvidada podía abrir las puertas de Khazad Dûm.

Hace poco planteaban en su blog Manuel Mije, er Caniho y Dr Perring (toma trinidad. Eso sí, esta tiene una explicación mucho más sencilla que esa otra que enseñan en catequesis), que sí, que las ovejas merinas son, mayormente, ovejas merinas, y las churras son, por lo general, tirando a churras, y entre pastores podemos hablar de unas y otras... pero que la mayoría de la gente cuando va al campo solo tiene una noción dispersa de que ese bicho blandito y apestoso se convierte en chuletas, queso y jerseys. Así que, al menos para algunas cosas —dice Manuel—, quizá va siendo hora de arrancarnos la etiqueta, de dejarnos de minucias y tirar p'alante bajo esa única bandera que de verdad nos engloba a todos: literatura de género. 

Pero aunque tiene más razon que un santo (y aun encima nos lo dice con los Jethro Tull de fondo, toma grupazo), al final uno no puede evitar volver amargamente a lo mismo. Literatura de género... pero joder, ¿de qué genero?

Dejad que lo ilustre con una parábola que me acabo de inventar:
Parábola del colega negro:
—Oye, ayer vi a ese amigo tuyo.
—¿A cuál?
—A ese, hombre.
—No tengo ni idea, suéltalo ya.
—¡Al de color!
—¿Al de qué color? Porque la mayoría son entre blanco lechoso y rosa tirando a marrón clarito, un colega mío es lo que se suele llamar negro y hay otro que cuando le da el sol se pone naranja zanahoria. Yo estoy algo amarillento, pero es que llevo una semana que no me siento muy católico...
Que sí, que yo como el que más digo "literatura de género" a sabiendas de que el otro me va a entender (jamás digo "de color", eso sí). Pero eso no quita para que suene fatal, leches. Porque ese "género" es un apócope de "género fantástico", esas siglas liosas e impronunciables a las tantas: efecefeté, fantasía, ciencia ficción y terror, y sin embargo también son géneros la romántica, la negra, la bélica y la de espías, por decir unos cuantos.

¿Yo? Yo por el momento, aunque de vez en cuando escribo churra (terror) y muy a menudo merina (ciencia ficción), también escribo historias con ingredientes de ambas y de ese algo más que es la tercera pata del banco del género.

Pero me voy del tema, como de costumbre. La literatura de género (fantástico), esa tan molona que engloba desde zombis a hipernovas, de Conan a Cthulhu, de toda la historia del Imperio Galáctico y las Fundaciones a Pennywise, el payaso de It —y por cierto, en todo esto ya hay aliciente más que de sobras para convertirse en escritor del fantástico, ¿no?—, la literatura de género, digo, es la de la imaginación, la maravilla y la fantasía.  Sí, porque en el terror hay maravilla también, ¿acaso hace falta explicarlo, o basta con citar al maestro de Providence? 

Por la vertiginosa perspectiva de un tiempo medido en eras geológicas, a la que me arrojó en su día La sombra fuera del tiempo (incomprensiblemente traducida en el pasado como En la noche de los tiempos). Por esa catarsis que todavía no olvido, y esa sensación tras leer por primera vez el final de 2001: Odisea en el espacio. Por, como decía el otro día Igor en su blog, esa trilogía tan desmejorada por sus imitadores, que, en palabras de Igor, "me [nos] transporta. Me lleva despierto al mundo de los sueños, sin los cuales seríamos poco más que marsupiales".

Por eso escribo literatura de género.

4 comentarios:

  1. Jeje, lo suscribo.

    Es que es lo que más nos gusta, porque coincidimos en lo de más Ciencia Ficción y también en cierta medida Terror (en mi caso Fosco), y si es lo que más nos gusta, más nos hará disfrutar a la hora de escribir (y más allá del disfrute, poco hay, como comentas arriba). Además, si también lo que uno lee transita más esos pagos que otros, es normal que luego nos salga así, porque uno escribe, como quien dice, en función de lo que lee.

    El detalle está en por qué lo que más nos gusta tiene sobredimensionado ese aspecto, el fantástico. Supongo que será porque es el que más nos estimula. Como dijo Carlos Pérez Jara, fantasía hay en toda la literatura, lo que diferencia unas obras de otras es el grado de imaginación que se aplica (y que, por lo tanto, se le exige al lector), y nosotros somos de los que buscamos un grado alto, nos estimula la maravilla, nos llama, y nos transporta más allá de este mundo de realidades grises. Sólo por escapar un rato de la triste realidad ya merece la pena.

    Un abrazo de parte de otro que también escribe género… fantástico.

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    1. En esa evasión creo yo que está una de las claves. Por no hablar de la libertad (y el gustazo) que da imaginar lo que a uno se le venga en gana. Que no se enfade nadie, pero creo que hemos elegido el bando correcto. Y además resulta ser, como dices, con el que mejor nos lo pasamos.

      Mi terror también es fosco, tanto que si no fuese por Calabazas en el Trastero (con un poco de ayuda de todo el Lovecraft que leí en la adolescencia) tal vez no escribiría terror en absoluto. Eso sí, yo como quien dice acabo de llegar, y tú creo que llevas allí más o menos desde que pusieron el cartel.

      Un abrazo compañero, un placer tenerte por aquí.

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  2. Ya sabes que a mí las etiquetas me dan escalofríos, pero hacen falta. Mi problema es que estoy cultivando, cada vez más, literatura que no puede encajarse en un género, y es trabajoso explicar de qué va tal o cual historia. Por si fuese poco, hay que lidiar con algunos lectores elitistas de contemporánea que desprecian obras de género. Si un día yo me convierto en uno de ellos, puedes pegarme un disparo. Tienes permiso.

    Echa un ojo a esto: http://www.abretelibro.com/foro/viewtopic.php?f=16&t=43165

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    1. Es entonces cuando ayuda la etiqueta, cuando te permite indicar a alguien de qué va más o menos una obra sin soltar una perorata (por mucho que a veces soltemos la perorata de todas formas, pero es que los escritores somos así). A partir de ahí va perdiendo poco a poco su importancia.

      Si lo que escribes no encaja del todo en ningún gran género, con un poco de suerte es algo nuevo, y si no, ¿qué más da? Pertenecer a un género u otro no va a hacer tu obra mejor ni peor: eso es trabajo tuyo, trabajo de los que escribimos.

      Y ahí entra lo de los lectores elitistas... ya te imaginarás lo que me ha encantado leer ese post :\. Podría comentar de todo, pero lo voy a hacer de mal humor y por hoy me quedo sin fuelle... pffff.

      P.D.: No te dispararía. Borraría tu blog elitista y mainstream de mi feed, mmmMUAJAJAjaJA!!! \\_|ºoº|_//

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