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domingo, 22 de diciembre de 2013

Ciencia y revolución: ¡Todo lo que nunca se atrevió a preguntar! (Y algunas cosas que sí)

El otro día quise compartir enseguida la noticia con todos vosotros, pero todavía era pronto y no tenía mucha información que daros. Ahora que la cosa está algo más avanzada, y aunque todavía quedan interrogantes, creo que puedo ir respondiendo a varias de esas preguntas que algunos me habéis transmitido y que tal vez otros (dos o tres, porque esta web es un rinconcillo humilde y de poco tránsito) os estéis haciendo acerca de mi próxima novela: Ciencia y revolución.

El modelo de preguntas y respuestas nos ha funcionado bien en el pasado, así que por qué no usarlo otra vez. Por favor, perdonadme por esa sensación de identidad disociativa. Sí, estoy hablando solo, lo sé. Y para los nuevos... sí, este blog es un poco así.

Empezamos:

1. ¿Qué es eso de Ciencia y revolución? ¿Me he perdido algo? 
No te has perdido nada importante, querido lector hipotético. Un resumen: Ciencia y revolución es mi próximo libro. Es una obra de ciencia ficción con un ojo en la situación política que estamos viviendo y otro en esas historias ya clásicas que han hecho grande el género: Huxley, Orwell, Asimov, Clarke, Dick...

2. ¿De qué trata?
Mikelu Savanna, Mike para los amigos, es un profesor peculiar que imparte una charla también muy peculiar en un aula del futuro, más o menos un siglo a partir de este momento. En esa charla el profesor habla de la ciencia ficción de nuestra época que entonces algunos llaman "la cuarta edad" y se leen una serie de historias. Entre otras sorpresas, los oyentes asisten a la invención de un instrumento musical que puede controlar nuestra mente, al surgimiento de grupos de econoterroristas, a las consecuencias imprevistas de la revolución marciana y a algunas cosas tan increíbles como la transformación de un ser humano en un dios, es decir, un ser omnipotente, omnipresente, omnisciente y todos los omnis que se os ocurran. Además intervienen una anacrónica pipa de fumar y otras cosas también muy imprevistas, increíbles y sorpresivas. ¿He hablado ya de las sorpresas? 

 3. ¿Es una novela, o una colección de relatos?
Esta tiene truco, porque Ciencia y revolución es las dos cosas a la vez. Algo así como lo que hizo el gran Bradbury en El hombre ilustrado, o por escoger un ejemplo más universal, como ocurre en Las mil y una noches: hay una historia principal a lo largo de todo el libro, que empieza en la primera página y termina en la última. Hasta aquí, una novela como las demás. Eso sí, también hay algunos relatos breves intercalados en la trama, igual que Sherezade le cuenta al sultán la historia de la cueva de los ladrones, o igual que asistimos a la historia que hay detrás de cada uno de los tatuajes del hombre ilustrado. Yo a esto le llamo novela antológica, por razones totalmente arbitrarias.

4. ¿Por qué el título?
Por un cúmulo de cosas. Porque rima con ciencia ficción, porque hay algo de ciencia y algo de revolución, porque la ciencia ficción de algún modo es una pequeña revolución en la mente de quien la lee y porque las revoluciones, de algún modo, se dejan notar en la ciencia ficción más que en ningún otro género de ficción.

5. ¿Es políticamente correcto?
No intenta serlo, ni mucho menos. Claro que tampoco intenta ser políticamente incorrecto por el mero placer de tocar las narices. En el libro hay movimientos de insurrección ciudadana. Lucha armada. Estados de emergencia permanentes y brutalidad policial. Terrorismo del que castigan los estados y terrorismo del que practican los estados. Hay golpes para derrocar el poder y tácticas poco honestas para mantenerlo. Ni más ni menos: no es un manifiesto, son aventuras de especulación social y científica.

6. ¿Qué editorial va a publicar el libro?
Esta va para los compañeros y compañeras del gremio, que probablemente tengan curiosidad. La editorial se llama Libralia. Tienen experiencia, y aunque estrenan denominación (acaban de dar un paso importante) ya saben lo que se hacen en esto de publicar historias. Tienen una plataforma propia de promoción y distribución, Click&Read, que compaginan con la distribución clásica a librerías de toda España.
Tengo que decir que les conocí debido a otro proyecto en el que estoy metido con varios compañeros de letras y del que os hablaré más adelante. Como veis, fue un encuentro casual pero doblemente feliz.


7. ¿Cuándo estará Ciencia y revolución a la venta?
¡La pregunta maldita! [coro de voces de ultratumba]
Bueno, la respuesta rápida es que no lo sé. La respuesta incompleta es que estará pronto, y la respuesta algo menos incompleta es que la editorial está trabajando en el libro a muy buen ritmo, que hasta el momento han demostrado diligencia y profesionalidad y... hasta aquí puedo leer. Para lo que se estila en estos casos, y ya sabéis que en esto de hacer libros no convienen las prisas, os aseguro que el libro estará pronto... muy, muy pronto.

8. ¿Tendrá una portada molona, tal vez con una valquiria en topless a lomos de un tiburón y luchando a muerte contra un tiranosaurio que lanza rayos laser por los ojos mientras el sol estalla y llueven guitarras eléctricas?
Pues esa no va a ser la portada, pero la verdad es que molaría un taco, querido constructo voluntario de mi imaginación.
En realidad ya sé cómo será el diseño. Cuando el editor me pidió una descripción vaga de lo que quería, me invadió ese espíritu emprendedor (léase culo inquieto) que tengo y me puse a trabajar con Photoshop (con GIMP, en realidad). Solo quería darles un ejemplo de lo que me gustaría, pero tanto a mí como a ellos nos convenció el resultado y finalmente voy a ser el portadista. 
Esto por un lado está genial, porque la haré a mi gusto, pero por otro lado es una responsabilidad añadida (glup). En cualquier caso, si la portada al final no mola tanto como vosotros os merecéis (para empezar seguro que no mola tanto como la del tiburón y el T-Rex), ya sabéis a quien culpar. ¡¡¡BIEN!!! (léase con voz de no estar desquiciado para nada) ('o_o)

9. Todavía tengo dudas. ¿Qué puedo hacer? ¿Debería salir a la calle y golpear a la primera persona que vea?
No, por favor (¿por qué cuando imagino gente me la imagino tan rara?), mejor pregúntame lo que quieras en los comentarios, que para eso están.


Y bueno, eso es todo lo que se me ocurre por ahora. Me siento un poco idiota, como siempre que hago esto del cuestionario, pero en fin, espero que os haya servido o, al menos, entretenido. Voy a tomarme un té bien caliente y a seguir esperando con impaciencia a que Ciencia y revolución salga a la calle.

¡Nos vemos en los comentarios!

lunes, 9 de diciembre de 2013

Diástole, de Emilio Bueso



Texto de contraportada:

Jérôme es un pintor caído en desgracia que recibe el encargo de retratar a Iván, un misterioso extranjero cuyo pasado irá revelándose a medida que nos relate su historia durante las sesiones de posado.

Jérôme conocerá así la historia de un hombre perseguido por Moscú durante décadas; un forajido que tuvo que recorrer a la fuga los escenarios más duros de la extinta Unión Soviética, sobrevivir al asedio nazi de Leningrado, desaparecer en las noches de San Petersburgo durante los días más crudos de la dictadura, esconderse en las zonas más contaminadas de Chernóbil... La auténtica naturaleza de Iván se nos revelará cuando conozcamos el antiguo y terrible mal que porta consigo, hecho a partes iguales de radiactividad y de una espantosa maldición que habita en el corazón del arte pictórico.

Diástole es un viaje febril que bombea terror y novela negra, dentelladas a la yugular y chutes de heroína, plutonio y poesía. Una corrosiva historia de amor y fatalidad que abre de un hachazo un nuevo registro en la actual narrativa de terror española.

No me gusta esta contraportada que te cuenta media novela y se queda tan ancha. Habría preferido que me dijese en letras grandes: «Sí, sí, ya sé que estás hasta los huevos de vampiros, pero esto es distinto. En serio, pruébalo, es diferente a todo lo demás y, sobre todo, es bueno. Bueno de verdad.»

Y es que tengo que decirlo, no olvidemos que este libro salió de imprenta en 2011. La vampiritis ya iba dando paso a la zombifilia, pero aquel metamonstruo que se alimentaba de sagas, clones de sagas, clones de los clones de las sagas, reediciones de clásicos, películas, cómics y series, todavía coleaba, y en mitad de esa resaca sangrienta una portada como la que ilustra Diástole, con semejante declaración de intenciones, me transmitía de todo menos la originalidad que buscaba entre tanto superventas zafio de tirón corporativo y tantísimo intento a medias. 

Pero esto ni seguía esa estela ni era eso, no lo es, y por ese prejuicio es que he tardado tanto en disfrutar de la novela de Bueso. Esto es lo que la gente que no lee fantástico, o mejor dicho, la que no sabe que lee fantástico cuando lo lee, llamaría narrativa, ficción contemporánea o, si tienen el día aventurero, realismo mágico. Y al mismo tiempo es una novelaza de terror, con vampiros de los de toda la vida... o casi. Y también es una novela negra. Y un thriller para leer del tirón. Y un drama de cucharas y agujas. Y un vistazo a la eurasia del este que no es ni el de un marxista romántico ni el de un niñato geekdental adoctrinado por Apple. Es peor, es el vistazo amargo y deslenguado de un cínico, lo que suele ser sinónimo de verdad o, al menos, de algo que se le acerca mucho.  

En una de las solapas leemos que Emilio Bueso procede del realismo sucio (se nota) y que entre sus influencias hay gente como Palahniuk, Lovecraft y Barker. Y Palahniuk y Barker están ahí en todo momento, pero sin embargo o quizá precisamente por eso— yo me quedo con esa influencia de Lovecraft. Porque al maestro de Providence no se le nota en Diástole, y eso es siempre síntoma de que el influido es uno de esos pocos afortunados que ha entendido lo que Lovecraft escribió, en lugar de quedarse con cómo lo escribió.

Por lo demás —no puedo entrar a hablar de la trama sin repetir lo que ya habéis leído en la contraportadaDiástole es una punta de lanza de un tema del que ya se habló hace poco, de lo que es género, lo que no lo es, y el modo de difuminar o no estas barreras o, al menos, de atraer lectores a la vertiente más imaginativa de la narrativa. La novela de Bueso es un puñetazo en la boca del estómago del mainstream, un bocado en la yugular de las etiquetas, y de esto Salto de Página entiende un rato. Es narrativa para fuera del fandom sin volverle la espalda a los cuatro freaks cuatrocientos, cuatro mil, cuarenta mil... dadnos tiempo que leemos «cosas de esas raras». Los mismos que de pequeños preferíamos los muñecos más feos, las películas con los monstruos más raros, con alienígenas, superhéroes, demonios, orcos... que nos hemos criado a la sombra de una cultura de fuera, y que nos va apeteciendo desarrollar ahora desde dentro. Y que eso no signifique emular. Que nadie invente la rueda ni ruede un E.T. manchego.

Antes de seguir divagando, termino: si te gusta Saramago, lee este libro. Si te gusta Tom Clancy, lee este libro. Si te gusta Asimov, lee este libro. Si te gusta Murakami, lee este libro. Si te gusta Barker, lee este libro. IF ELSE, lee este libro.

martes, 3 de diciembre de 2013

Una buena noticia

 

Pero buena de verdad, no como las del doctor Farnsworth. Lo que pasa es que, como después de todo esto es un blog literario y yo un verborréico incurable, voy a contarla despacio. Me perdonaréis, pero voy a paladearla y dejar que vayáis adivinándola poco a poco, si es que no lo habéis hecho ya.

Primero, un poco de situación: hace dos años, en agosto de 2011, os conté desde este pequeño rincón de la red que había puesto el punto final a mi segunda novela. A finales de otoño de 2012, un año después de eso, os conté cómo aquellos doce meses desde que pude escribir ese «FIN» habían sido en vano, al menos en lo que respectaba a la publicación del libro; y es que cometí la temeridad de enviar mi manuscrito a una única editorial, y para más inri a una que se perdió en el limbo de las sociedades limitadas difuntas, así que nunca sabré si les habría interesado publicar mi novela.

No fue un buen momento, la verdad; pero tampoco uno terrible. 

Porque una de las muchas ventajas de ser un loco con los pies en el suelo, sí, pero la cabeza en las estrellas, es que nos resbala el pesimismo. Bueno, nos deja una mancha oscura y pringosa al escurrirse, eso sí, pero al final, al final, nos resbala y cae al suelo con un ptf muy característico. Y gracias a esa impermeabilidad pude rabiar y cagarme en todo bien alto, sí (esa mancha), pero sin dejar ni por un momento de escribir y, tras considerar con paciencia mis movimientos durante unos meses (¿qué importaban un par más?), seguir esforzándome por publicar.

Es difícil ver esto desde fuera, lo sé. Muchos lectores de este blog sois escritores o gente relacionada con el mundillo, pero muchos otros no. A estos puede sorprender el hecho de que, tras escribir la novela, quede todavía la mitad del trabajo, un trabajo muy diferente y para el que uno no tiene por qué estar capacitado. Y es que encontrar editorial cuesta su esfuerzo, sus horas, su e-carteo, su investigación, sus respuestas (casi siempre ausencia de ellas), sus esperas (¡y qué esperas!), su... todo. Nos cuesta todo menos el optimismo, no lo olvidéis; porque ya hemos dicho que para ser escritor hay que estar un poco loco, saber negar en su justa medida la realidad pero sin que la cosa se desmadre y llegue al punto de las carcajadas histéricas.

Y alguna vez, alguna de esas en que hemos logrado mantener el optimismo, llega la recompensa. 

Esta es una de esas veces. Así que espero que pronto podáis leer mi próxima novela, la segunda escrita, la segunda publicada. Se llama Ciencia y revolución y... bueno, voy a ir dando más detalles, por supuesto, y prometo que también habrá una entrada en serio, con letras grandes y claras, una sin rodeos y que no tengáis que leer hasta el final si tenéis que ir a recoger a los niños o fregar los cacharros o si sencillamente no os apetece leerla en ese momento, y todo para descubrir cuál es la puñetera noticia. Escribiré esa entrada cuando llegue el momento; ahora le toca a esta. Es apenas la antesala de la noticia, el ensayo de un anuncio dado en petit comité, para los habituales. Pero lo importante ya está aquí, en este primer grito al aire. Ahora que habéis llegado al final de la entrada y estamos en confianza (porque llegar al final, si no lo érais ya, os ha convertido en lectores de este humilde blog), os diré lo que les dije a mis amigos: «quieren publicar mi segunda novela. Ya os iré dando detalles según vaya pudiendo.»

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Relato: Tercer día en el océano de color púrpura

La lluvia empapa el vendaje. La sangre seca ha formado una costra en mi nuca, y cada vez que la muevo siento como si me estuviesen arrancando el cabello. Me encuentro débil y mareado, apenas puedo concentrarme lo suficiente como para dictar este diario. El hambre me ha obligado a alimentarme de una de las criaturas autóctonas, unos seres pacíficos y de aspecto bulboso, tentacular. El sabor era horrible y lo he vomitado. 
He desistido en mi intento de reparar el sustento de vida del módulo de aterrizaje. Pronto sucumbiré a la atmósfera saturada de hidrógeno de esta maldita sabana púrpura, me asfixiaré en mitad de este mar de hierba morada, lila y violeta sobre el que nunca deja de llover. Sabía que pasaría el resto de mi vida aquí, pero no sabía que esta sería tan breve. Falta poco, muy poco… ya noto cómo mi mente cede a la hipoxia…
Sé que cuando leas esta transcripción ya será demasiado tarde. Sé que es en vano, y no puedo soportarlo. Pero aun así querría decirlo, desearía advertirte: ¡No vengas aquí, no aterrices en Tierra31! ¡Aléjate del planeta morado y de sus anillos grises, evita esta trampa mortal y escapa a su ambiente envenenado! Cuando me encuentres sin vida y en el mismo sitio que ocupo ahora, tal vez devorado por una de estas asquerosas criaturas, estos seres amantes de la carroña, será demasiado tarde. Tú también estarás condenada a morir aquí, amor mío.
O, lo que es peor… a vivir aquí, a solas por el resto de tu vida.
Habíamos planeado tantas cosas… Teníamos la oportunidad de ser dioses, vida mía. Adán y Eva en un jardín del Edén de color ciruela, con toda la vida par- la tierra retumba. El agua cae trazando curvas imposibles, como si el mismo aire estuviese contrayéndose en formas que parecen obedecer al capricho de un demente. Oigo truenos pero no hay luz de relámpagos.
No sé que significa. No viviré para descubrirlo. Te quie-

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿Por qué escribo literatura de género?


La blogosfera está llena de artículos prácticamente idénticos en los que los escritores explicamos por qué nos gusta escribir. Por qué le dedicamos a ello las más de nuestras horas. Por qué trabajamos tanto por algo que en la inmensa mayoría de casos no nos dará bastante ni para pagar el consumo eléctrico de nuestro portátil. Y las respuestas tienden a ser las mismas. 

Nadie dice que lo haga por el dinero, claro, y no porque no haya escritores avariciosos, ni porque falten escritores sinceros, sino por la simple razón de que esta, como ya hemos establecido más arriba, no es la mejor carrera profesional si queremos mantener lujos como la manutención básica o un alquiler.

No, en realidad las razones por las que escribimos suelen ser variaciones elaboradas de un mismo tema: "porque sí", "porque me da la gana", "porque disfruto con ello", "porque me hace sentir una persona mejor y más completa", "porque me obsesiona", "porque no se me ocurriría no hacerlo". Hasta aquí genial, pero hay una pregunta que no se ve tanto (por razones obvias), y que me parece mucho más interesante que el típico "¿Por qué escribo?". Esta pregunta es la que titula esta entrada, claro.

Y bueno, ¿por qué escribo esa literatura y no otra?

Pues porque —sin que sea nada malo, ni mucho menos— yo no escribo literatura costumbrista. No escribo literatura romántica. No escribo sobre la guerra civil. No escribo thrillers de espías. Hay personas en mis historias (personas con sufijo: personajes). Tienen sus propias rutinas a veces, son personas que se enamoran, que se matan entre sí, que se acuestan con ardor o con un sentido práctico del sexo, que traicionan sus ideales, mueren por una causa o que carecen por igual de esta y de aquellos. Pero salvo contadas excepciones (sirva un ejemplo), siempre tengo la sensación de estar escribiendo un relato fantástico. Fantástico (no puedo aguantarme, lo siento) no por lo bueno (ba-dum-pss), no, sino por lo fantaseoso. 

Porque cuando me siento a escribir una historia hago un ejercicio de imaginación, de libertad de pensamiento si se quiere quedar bien o de desbarre incontrolado si nos queremos acercar más a la verdad. Esa libertad, como todas, empieza en una reescritura o al menos una reinterpretación de las reglas del juego. En este mundo nuestro o en otro creado para la ocasión, no importa, puede que algo sea diferente a lo que espera el lector y hasta uno mismo por ajustes como la fecha (vayamos al siglo veintidós y echemos un vistazo), la realidad o no de algunas creencias místicas (supongamos, por un momento, que esa pesadilla podría ocurrir, que ocurre, ahora mismo) o (pero eso se lo dejamos a Tolkien, que servidor hasta la fecha no cultiva esa fantasía) la existencia de un pasado remoto en que la magia era real. Y por un momento casi creeremos que lo era, y que una palabra olvidada podía abrir las puertas de Khazad Dûm.

Hace poco planteaban en su blog Manuel Mije, er Caniho y Dr Perring (toma trinidad. Eso sí, esta tiene una explicación mucho más sencilla que esa otra que enseñan en catequesis), que sí, que las ovejas merinas son, mayormente, ovejas merinas, y las churras son, por lo general, tirando a churras, y entre pastores podemos hablar de unas y otras... pero que la mayoría de la gente cuando va al campo solo tiene una noción dispersa de que ese bicho blandito y apestoso se convierte en chuletas, queso y jerseys. Así que, al menos para algunas cosas —dice Manuel—, quizá va siendo hora de arrancarnos la etiqueta, de dejarnos de minucias y tirar p'alante bajo esa única bandera que de verdad nos engloba a todos: literatura de género. 

Pero aunque tiene más razon que un santo (y aun encima nos lo dice con los Jethro Tull de fondo, toma grupazo), al final uno no puede evitar volver amargamente a lo mismo. Literatura de género... pero joder, ¿de qué genero?

Dejad que lo ilustre con una parábola que me acabo de inventar:
Parábola del colega negro:
—Oye, ayer vi a ese amigo tuyo.
—¿A cuál?
—A ese, hombre.
—No tengo ni idea, suéltalo ya.
—¡Al de color!
—¿Al de qué color? Porque la mayoría son entre blanco lechoso y rosa tirando a marrón clarito, un colega mío es lo que se suele llamar negro y hay otro que cuando le da el sol se pone naranja zanahoria. Yo estoy algo amarillento, pero es que llevo una semana que no me siento muy católico...
Que sí, que yo como el que más digo "literatura de género" a sabiendas de que el otro me va a entender (jamás digo "de color", eso sí). Pero eso no quita para que suene fatal, leches. Porque ese "género" es un apócope de "género fantástico", esas siglas liosas e impronunciables a las tantas: efecefeté, fantasía, ciencia ficción y terror, y sin embargo también son géneros la romántica, la negra, la bélica y la de espías, por decir unos cuantos.

¿Yo? Yo por el momento, aunque de vez en cuando escribo churra (terror) y muy a menudo merina (ciencia ficción), también escribo historias con ingredientes de ambas y de ese algo más que es la tercera pata del banco del género.

Pero me voy del tema, como de costumbre. La literatura de género (fantástico), esa tan molona que engloba desde zombis a hipernovas, de Conan a Cthulhu, de toda la historia del Imperio Galáctico y las Fundaciones a Pennywise, el payaso de It —y por cierto, en todo esto ya hay aliciente más que de sobras para convertirse en escritor del fantástico, ¿no?—, la literatura de género, digo, es la de la imaginación, la maravilla y la fantasía.  Sí, porque en el terror hay maravilla también, ¿acaso hace falta explicarlo, o basta con citar al maestro de Providence? 

Por la vertiginosa perspectiva de un tiempo medido en eras geológicas, a la que me arrojó en su día La sombra fuera del tiempo (incomprensiblemente traducida en el pasado como En la noche de los tiempos). Por esa catarsis que todavía no olvido, y esa sensación tras leer por primera vez el final de 2001: Odisea en el espacio. Por, como decía el otro día Igor en su blog, esa trilogía tan desmejorada por sus imitadores, que, en palabras de Igor, "me [nos] transporta. Me lleva despierto al mundo de los sueños, sin los cuales seríamos poco más que marsupiales".

Por eso escribo literatura de género.

martes, 12 de noviembre de 2013

Cine: La cabaña en el bosque


Esta es una de esas películas que me hacen sentir, casi, en la obligación de recomendarlas a los cuatro vientos. Y no ya por su calidad (que la tiene), ni por los buenos momentos que me ha hecho pasar (que han sido muchos), sino porque es una historia que realmente necesita un poco de ayuda para llegar a su público. Y es que por desgracia, si leemos la sinopsis por encima de entre el aluvión de propuestas, el planteamiento da lugar a confusiones. Cinco jóvenes, un viaje en caravana hacia una cabaña en el bosque, un fin de semana totalmente al margen de la civilización... qué topicazo, ¿no?

¡Exacto!

Preparaos para una avalancha de tópicos, referencias y meta lenguaje, en una película que bebiendo de mil films y lecturas de terror, pasa la barrera del plagio para incurrir en el mejor de los homenajes. Y no, no es un eufemismo; homenaje al terror con todas las letras, en una cinta hecha por y para fanáticos del género. Tanto es así, que solo se le saca todo el jugo -como pasa con cualquier otra obra meta referencial- si tenemos a nuestras espaldas cierto bagaje en esto del horror palomitero, literario y videojueguil. 
Ay, ese sótano...
 No voy a enumerar ni una sola de las referencias, porque ese es un juego que no quiero estropearos. Lo que sí voy a adelantaros es una pizca, una pincelada, del argumento aparentemente tan típico y en realidad tan interesante que al menos a mí, y seguro que a muchos otros les habrá pasado otro tanto, me ha hecho pensar: "¿Por qué no se me ocurriría antes a mí?".

¿Quiénes son? ¿Qué pretenden?

En las primeras escenas de la película asistimos a una charla informal entre compañeros de trabajo (¿funcionarios?), en unas instalaciones de aspecto muy avanzado, de corte casi militar. Preparan algo importante. Después, vemos a los cinco protagonistas planear su fin de semana, cargar su caravana y enfilar el salpicadero hacia la perdida cabaña en el bosque... mientras un tipo les contempla desde la azotea de la residencia universitaria que acaban de abandonar, y comunica por radio que todo sigue según lo planeado. ¿Es o no es principio cojonudo sobresaliente?

A partir de ahí, desde unos diálogos adolescentes de lo más absurdo y simplón (no podrían ser más adecuados), la película no hace sino mejorar y mejorar, en una curva exponencial como la de la singularidad tecnológica.
Tal que así.
Desde la rubia tonta hasta ese momento genial ("¡separémonos!"), todas las cosas que tienen que estar van apareciendo en una sucesión de guiños que termina por hacernos sonreír o, en algunos casos, carcajearnos ante los pasajes más inspirados en los puntos álgidos del guión. 

Del final, como seguramente ya imaginaréis, no puedo hablar. En fin, ni siquiera os quiero hablar de la mitad de la película... ya os he contado el princpio y me da miedo que pueda haber sido demasiado. Si aún no lo habéis hecho id a verla al cine (o sencillamente vedla), disfrutadla y recomendadla. Si después todavía os acordáis de este blog, venid y contadme qué os pareció. 

La película es tan buena que hasta ese lobo disecado pasa un buen rato, recuerda lo que te digo. ¿Qué? No, no es un arce. ¿Cómo? No, hombre, tampoco es Scooby Doo, y el de la derecha no es su dueño... ¿Por qué lo dices?

miércoles, 30 de octubre de 2013

Noche de concierto


El pasado sábado 26 dimos nuestro primer concierto, según se mire: todos habíamos tenido bolos antes, por separado, y cuatro de nosotros habíamos tocado juntos en una peculiar banda llamada Kin'en, pero en conjunto esta era nuestra primera vez como formación, como un todo, como los Target

En mi caso, y como nos pasaba a casi todos, hacía mucho que no me subía a un escenario, y hasta que no empezaron los primeros compases no me di cuenta de lo mucho que lo había echado en falta durante todo este tiempo (¿un año, dos?). Increíblemente, y a pesar de lo tímido que soy, apenas hubo nervios, ni temblores, ni nada de eso; solo muchas ganas de subir, tocar y disfrutar. Fue entre amigos, y además en casa: en el pub 2 karas. Había poco espacio, sí, y mucho calor, sí, y... y muchos colegas, viejos y nuevos (geniales esos Proyecto Hombre), muchísimo buen rollo y mucha marcha después (esa barra libre, qué peligro...).

Ojalá sigamos dando caña, y vosotros que lo veáis. Os dejo unas fotillos:

Aquí nos podéis ver a la banda al completo. Excepto al batería, claro, que está completamente tapado por mí.

Ahí está, ya veis que no os mentía. El pobre tocó con tendinitis...

Ummm, no hay mucho que decir sobre esta foto. Inserte chascarrillo ocurrente aquí.

Aquí aparezco yo, en mi faceta más oscura...


...y aquí yo de nuevo, esta vez en mi faceta más borrosa.
 
La súper señal de batman Target que se curró Fran. Todavía no hemos comprobado si se proyecta entre las nubes...

martes, 22 de octubre de 2013

El cementerio de barcos, de Paolo Bacigalupi


Texto de contraportada (RHM):

En la costa de lo que una vez fue el golfo de México, la gente sobrevive desguazando antiguos petroleros y buques mercantes, y malvendiendo sus piezas a las grandes emperesas. Cable de cobre. Planchas de hierro. Chatarra. A veces aceite o incluso un bidón de petróleo. Son los tesoros que el joven Nailer y sus compañeros rescatan de los barcos varados en la playa. Es una profesión dura en un mundo duro y solo hay una manera de escapar de él: con un golpe de suerte. Y la suerte sonríe a Nailer el día que descubre un hermoso velero encallado en las rocas, una de esas naves con las que siempre ha soñado. Pero dentro hay una chica prisionera: si la mata, será rico; si la ayuda a regresar con los suyos..., comenzará la aventura.

La novela juvenil de Bacigalupi
Así es como me la presentaron a mí: como una novela juvenil. Ambientada en ese contexto biopunkie tan propio del autor, con sus mega corporaciones, su bioingeniería y su distopía ambiental, pero muy distinta a la obra que le ha dado la fama. Los que me leéis de vez en cuando seguramente sepáis cómo me entusiasmó esa novela, La chica mecánica, en la que Bacigalupi nos contaba una trepidante historia de conjuras políticas y económicas en una Tailandia muy diferente a la actual pero, al mismo tiempo, reconocible. Es verdad que en aquella reseña dije algunas cosas que a muchos les parecerán exageradas, indulgentes o ingenuas, en parte porque las creía y en parte también porque, qué coño, soy lector antes que crítico y prefiero seguir entusiasmándome mientras pueda.

Aquella reseña a La chica mecánica sudaba entusiasmo, en parte, porque yo acababa de descubrir un autor de mi gusto, y eso siempre es algo a celebrar. Como dije en aquella entrada, conviene seguir la carrera literaria de este hombre, y eso es lo que haremos. Pero antes que nada...

¿Qué es lo que vamos a encontrar?
O lo que es igual: ¿realmente estamos ante una novela juvenil? Pues es difícil que yo lo diga, porque "juvenil" es una etiqueta que siempre me ha disgustado. Es cierto que los protagonistas son jóvenes, que la estructura narrativa algo tiene de aquellas novelas de juventud de A, luego B, finalmente C, que la sensación de aventuras es constante... pero el caso es, como digo,que la etiqueta juvenil me parece muy peligrosa, y a la hora de endilgarle este sambenito a alguna historia hay que tener cuidado. Conozco a mucha gente que nunca leerá una novela si se la presentan como juvenil, y que sin embargo habría disfrutado de libros como el clásico de Ende La historia interminable, la novela de Pratchett Mauricio y los roedores sabios o, por qué no, esta misma novela de Bacigalupi. 

Y es que de entre las tapas del libro hay mucho que extraer. La lectura, aunque rápida, deja un poso que los que vinimos a este libro tras leer su anterior obra sabremos apreciar; así ha sido para mí, vaya. No en vano aquí también hay especulación (el universo es el mismo en ambas novelas), y con Nailer y compañía asistimos de nuevo a esa construcción de personajes ricos y creíbles, con sus cuitas y problemas.

Por otro lado, hay que tenerlo claro: salvo muy pocas excepciones, en El cementerio de barcos no vamos a encontrar lo mismo que en La chica mecánica. La prosa es más ligera, el contexto, aunque rico, no tiene todas las texturas que sí había en La chica mecánica. La trama es mucho más lineal, no tiene ese aspecto coral, no asistimos a un entretejido de subtramas ejecutadas por otros tantos personajes, sino que de principio a fin seguimos a nuestros héroes en su particular epopeya. En este sentido, El cementerio de barcos es una novela más fácil de escribir, aunque no por ello menos trabajada.

En resumen
Una novela que leer si te ha gustado La chica mecánica, o si esta te intimida por su densidad y quieres probar la pluma de Bacigalupi en distancias más cortas y con una trama mucho menos elaborada. No es una novela maravillosa ni revolucionaria, pero es una muy buena novela, impecáblemente escrita y muy entretenida, y con mucha más reflexión y significados de los que se suele buscar en la novela "juvenil" media. 

En mi caso cumplió totalmente con mis expectativas, así que no la dejéis pasar si podéis haceros con ella. Me veo obligado, eso sí, a decir que la presencia de ciertas criaturas fruto de la bioingeniería, humanoides y con cabeza de perro, me tuvo media novela pensando en dioses egipcios y en Stargate. Es un detalle minúsculo, pero (aunque no tendría por qué ser así) por algún motivo el autor no consigue que esas criaturas sean creíbles. De verdad que los habría eliminado sin miramientos de haber sido Bacigalupi.  

Pero no me hagáis mucho caso en esto: yo no soy Bacigalupi, ni he escrito una novela tan genial como La chica mecánica...

viernes, 4 de octubre de 2013

Seleccionado para la II convocatoria Ácronos de steampunk



Pues sí, repetimos publicación steampunk. Después de participar en la antología Steamtales que publicó Dlorean, he tenido la suerte y el placer de ser seleccionado para la antología Ácronos II, coordinada por Josué Ramos y que será editada por Tyrannosaurus Books, con mi relato Disparos en la niebla.

Esta es la lista de seleccionados, ordenada por la extensión de los relatos presentados, que publicaba Josué hoy mismo en el blog de la antología steampunk:

Concha Perea
Eduardo Vaquerizo
Paulo Ce Ramírez
Héctor Gómez Herrero
Pedro Moscatel
Ángeles Mora
Laura López Alfranca
S.J. Chambers
Cristina Puig
Josué Ramos
Rafael González
José Ramón Vázquez
Gloria T. Dauden
Luis Carbajales Terés
Rodolfo Martínez


Disparos en la niebla es un relato de disociación, de universos alternativos y alteraciones en el éter (¿o deberíamos decir en el campo de higgs?). Ojalá os guste si tenéis oportunidad de leerlo... pero para eso todavía habrá que esperar un poco, claro.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Breve: El rebaño del lobo, dos años después

Hace un par de días que un buen amigo me enviaba esta fotografía tomada en la fnac: 



Me siguen haciendo ilusión estas cosas, espero que no sea algo malo, que no me convierta en un ingenuo, o peor, en un soberbio. Pero no, digo yo que tiene que ser normal, que a cualquiera le hace ilusión ver que su libro, su criatura, sigue en las estanterías. 

Parece que fue ayer, cuando vi por primera vez la maquetación de portada, cuando leí la prueba previa de imprenta, o cuando caminaba con el primer ejemplar, mi ejemplar, por fin en la mano (ese mensaje de mi editor, Juan Carlos: "tenemos los libros.").

Ha pasado el tiempo, creo haber aprendido algo desde entonces, aunque sé que no he hecho más que empezar y esto de aprender no es algo que termine nunca; todavía quedan muchas noches de trabajo, muchos retos y muchas decepciones, espero que salpicadas de algún éxito... pero qué coño, jamás habría esperado esto hace años, cuando garabateaba relatos en una carpeta de folios. Y encima Lobo, Julia y el resto del rebaño siguen dando caña... 

Un motivo genial para sonreír. Gracias, colega.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Nano-relato animado: Cuatro esquinas

Otro experimento. No sé si debería llamarlos así, no sé si son nanorelatos, animaciones interactivas, ocurrencias, o una manera diferente de ejercitar la programación... pero son divertidos de hacer, así que puede que detrás de estos vengan otros.


CONOCÍA EL CASTIGO QUE ME ESPERABA SI FRACASABA, PERO IGUALMENTE INTENTÉ LO IMPOSIBLE. FUE COMO LEVANTAR AL MISMO TIEMPO LAS CUATRO ESQUINAS DEL OCÉANO.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Descendencia extraterrestre



Una bandera, una pose heróica y un montón de té echado a perder: un inicio para este artículo que puede resultar extraño pero que no es casual. 

Estados Unidos: la colonia emancipada de la metrópolis, la nación que surgió fuera de lo que, hasta poco tiempo antes —en términos históricos—, era considerado el mundo civilizado. No fue la única colonia que vivió su revolución americana, bien lo sabe latinoamérica; pero fue esta la que hizo cundir el ejemplo liberal en tierras galas, la que domó el capitalismo, se convirtió en imperio, y en política acabó relegando a un segundo lugar (después tercero, y cuarto....) al que fuese primer hogar de los colonos: la vieja Europa. 

Nueva Orleans no es Francia, ni Boston es Irlanda. No había en Estados Unidos holandeses, belgas y noruegos, después polacos, húngaros y armenios, después gente de todo el globo. En Estados Unidos lo que hubo desde muy temprano fueron estadounidenses, o como ellos lo llaman, americanos (sin olvidar aquello del origen: ciudadano norteamericano de origen indú, ese resquicio de pertenencia a una cultura milenaria).

Fue leyendo a Asimov, hace unas semanas, en concreto Los robots del amanecer, cuando un párrafo me hizo pensar en algo en lo que por otro lado ya había pensado antes, pero esta vez de otra manera. El párrafo en cuestión no lo recuerdo, pero el pensamiento sí y era el siguiente: del mismo modo que los colonos británicos en norteamérica, así como cualquier otro grupo de colonos en America, África y Oceanía, desarrollaron ese sentimiento de independencia, ¿no sería lógico pensar que lo desarrollarían los colonos que enviemos al espacio?

Es un pensamiento que no solo puede parecer pueril sino además obvio, soy consciente, pero así empiezan la mayoría de ejercicios especulativos. Y sí, ya se ha escrito sobre colonias espaciales que se vuelven contra la Tierra, también lo sé. Pero no creo que fuese lo mismo hablar de esto entonces, en los años treinta, cincuenta y aun ochenta, que ahora, cuando la sonda Voyager ha abandonado la heliosfera, nuestros robots recorren suelo marciano, el gigante —¿obsoleto?— que es la estación espacial internacional aununcia su retirada y da paso a una nueva carrera espacial en el espacio inmediato y la Luna, las iniciativas privadas alcanzan a sus homólogas gubernamentales en proyectos increíbles como el cohete grasshoper de space-X o incluso proponen establecer una colonia humana en Marte a un cortísimo plazo.

La colonización del espacio está en boca de todos los grandes gobiernos. Para empezar, es obvio que esta colonización podría quedarse en poco más que una presencia robótica o de un mínimo de personal, llegado el caso. Pero, ¿y si...? —aquí es donde entra la especulación—, ¿y si hubiese una gran presencia humana fuera de la Tierra? En la Luna, en Marte, en Europa (el satélite de Júpiter), en una estación artificial, no importa donde pero fuera de la Tierra. En cincuenta, cien o ciento cincuenta años, tampoco importa cuando. 

Las colonizaciones suelen comenzar todas igual: lo haremos por el bien de la Tierra. Tanto como decir que lo hicimos por el bien de Europa. ¿Y qué ocurrió cuando los colonos dejaron de ser europeos y se convirtieron en otra cosa? ¿Y cuando los colonos dejen de ser terrícolas, y tomen conciencia de su nueva identidad, una identidad —y perdón por el efectismo pero es así— extraterrestre? 

En la historia el colonialismo tuvo consecuencias que todos conocemos para la población indígena, pero también para las generaciones posteriores de la propia fuerza colonial, que en la mayoría de casos desarrolló (bien en justicia, bien por ambición, no viene aquí al caso) sentimientos de independencia. ¿Qué podemos esperar del escenario tan diferente que se nos presenta, y al mismo tiempo tan plagado de paralelismos con el pasado? 

A cuestionar esos esquemas de colonización espacial en nombre de la Tierra y la humanidad va la siguiente pregunta: ¿qué obligación sentirá hacia la Tierra el nieto del nieto de un hombre nacido a millones de kilómetros de la Tierra? ¿Se seguirá sintiendo humana, originaria de la Tierra, nuestra futura descendencia extraterrestre?

lunes, 9 de septiembre de 2013

A la venta Calabazas en el Trastero XIV: Creaturas


Ya se puede comprar el número XIV de la publicación ganadora de dos premios Ignotus que, a este paso, ya empieza a ser longeva (y lo celebramos). Podéis comprar este número y cualquiera de los anteriores en la web de Saco de Huesos y, de paso, leer mi relato Recuerdos en la sangre.

martes, 27 de agosto de 2013

Las estrellas, mi destino, de Alfred Bester





Texto de contraportada (Gigamesh):

En el siglo XXV, cuando las técnicas de teletransporte han cambiado de forma radical la sociedad, un hombre impulsado por pasiones incontenibles emprende una carrera desesperada por cambiarse. Gully Foyle fue abandonado a su suerte y logró sobrevivir milagrosamente a una situación desesperada: desde entonces acumula riquezas y poder con un único objetivo: la venganza.

Las estrellas, mi destino es uno de los textos de referencia de la ciencia ficción, una novela de cabecera perenne desde su publicación original en 1956. Un libro explosivo, rebosante de ideas e inevitablemente seductor al que se vuelve, una y otra vez, con placer renovado.


Tengo muchas cosas que decir acerca de Las estrellas, mi destino, publicado anteriormente como Tigre, tigre, y sin embargo voy a tener cuidado de decir cuantas menos, mejor. Esto se debe a que un par de personas, los mismos que me recomendaron la novela varios años atrás (y les estoy muy agradecido por ello), no pudieron evitar la tentación de contarme la trama y fastidiarme en parte la novela (y les deseo todo lo peor por ello). Menos mal que ha pasado un tiempo desde entonces hasta que he podido encontrar y leer por fin el libro, y que mi memoria para este tipo de cosas siempre ha sido bastante mala, porque así he podido disfrutar al completo de la obra de Bester. Sí, me quejo de vicio... pero es que este es un texto que hay que leer sabiendo poco. Muy poco. Cuanto menos mejor... pero no por eso dejéis de leer mi reseña, ¿eh?

El planteamiento de la trama es básicamente el que habéis leído en la contraportada, y parte de la siguiente premisa: en algún punto del futuro (cinco siglos desde el punto de vista de Bester, lo que le da bastante margen de especulación), el ser humano desarrolla la habilidad de teletransportarse o jauntear, verbo que honra al investigador, apellidado Jaunte, que realiza este fenómeno por primera vez en un medio controlado.

En este ambiente en el que cualquiera con la habilidad suficiente puede presentarse en la cámara acorazada de un banco suizo, escapar de los muros de una cárcel o irrumpir en, qué se yo, la ducha de Scarlett Johanson, no hace falta decir que la sociedad sufre una transformación total que abarca desde la política espacial a el protocolo más básico, pasando por el comercio, el transporte o, por qué no, el puritanismo.

Hasta aquí el contexto inicial. 

La trama en sí nos presenta al protagonista, Gully Foyle, un hombre que nunca ha destacado en nada y cuya máxima es la ley del mínimo esfuerzo. Gully es el único superviviente del naufragio espacial de la nave Nómada, y comienza a perder la cordura en la fría soledad del espacio, escatimando el poco aire respirable y la comida enlatada que quedan a bordo. Es entonces cuando una nave, la Vorga, pasa muy cerca de la Nómada. ¡Foyle está salvado! Lanza sus bengalas, se deja ver por la Vorga... y esta pasa de largo, condenándole a una muerte segura en el espacio.

Todos los desquiciados restos de mente consciente que le quedan a Gully Foyle se centran en un único objetivo: venganza. Destruir la Vorga, destruír al capitán de la Vorga, hacer que quien sea que dio esa orden pase por el mismo horror que ha tenido que pasar él.

Las aventuras y desventuras de esa venganza forman un relato trepidante, rápido, crudo y repleto de buenas ideas, algunas de ellas buenísimas. Se plantean cuestiones filosóficas y humanas, pero también especulación a muy distintos niveles, y Alfred Bester alardea de un hondo conocimiento de la psicología humana: solo así se explica que goce de un cinismo tan inteligente, que le permite reclutar un elenco de personajes en el que no hay buenos ni malos, héroes ni villanos. Solo hay personas enfrentadas a sus distintas situaciones.

Y el final... qué decir del final. Nada, supongo, salvo que tenéis que leerlo. 

miércoles, 21 de agosto de 2013

Nano-relato animado: Anochece


La noche cayó...

...al horizonte de abajo.

lunes, 19 de agosto de 2013

Síndrome postvacacional

Pues sí, vuelvo con esta entrada después de un inmerecido descanso (inmerecido, sí, porque de todos modos tampoco es que actualice tan a menudo) y vuelvo con ganas renovadas. Una especie de síndrome post-vacacional, pero a la inversa. Tenía ganas de recuperar la dinámica de entradas en el blog, tras un par de meses de mucha, muchísima escritura y también de algunas copichuelas en las fiestas del pueblo, que agosto es lo que tiene.

Hace mucho que no hablo acerca de mis proyectos, y la verdad es que hay algo de esto. Una novela corta y dos novelas antológicas esperan apadrinamiento editorial, mientras continúo trabajando en la gran novela de ciencia ficción que a poquitos ya me ha robado dos años y, cómo no, continúo escribiendo relatos, relatos, relatos. Algo voy publicando; hace un tiempo rehuía los concursos, sin conocerlos, pensando que no eran más que un pozo de intereses que poco tenía que ver con la literatura. Evidentemente no los entendía demasiado bien, porque hay pocas cosas que contribuyan más a la literatura que un certamen realizado con entusiasmo y de forma desinteresada, de los cuales por cierto hay muchos. Así que aunque sigo escogiendo con cuidado (hay bases de certámenes que son para enmarcarlas y echarte unas risas... y otras directamente para denunciar) me presento a convocatorias y certámenes con la tranquilidad de acertar siempre gracias a un asimoviano tricálogo que he desarrollado:

1ª regla de la robótica relatística: Un certamen tendrá siempre como premio mínimo la publicación en papel del relato, en un trato justo para el autor.

2ª regla: Un relatista deberá preferir certámenes que propicien prestigio y reconocimiento en su campo, siempre y cuando al hacer esto cumpla todavía con la primera regla o el prestigio del certamen facilite de facto la publicación en papel por otros medios.

3ª regla: Se deberá huír de un certamen con premio en metálico, siempre y cuando esta regla no entre en conflicto con las dos anteriores.

La tercera regla tiene su razón de ser en que algo de razón tuve al desconfiar de los concursos: no todo lo que reluce es oro. Aunque limitador, mi sistema me evita presentarme a concursos de ayuntamiento cuya única razón de ser es aparentar que se hace algo con la asignación presupuestaria de cultura y en los que el premio se adjudica ab datilem. No digo que esta sea la norma, pero pasa, y no quiero tener nada que ver con ello. Dicho esto, de todo hay; premios como el Alberto Magno de la UPV o el premio UPC de ciencia ficción, por ejemplo, están muy bien dotados económicamente, lo que incumple la tercera regla, pero cumple las dos primeras.

Y bueno, cambiando de tercio, también he leído mucho, muchísimo más de lo que suelo leer, hasta un punto en que apenas reposan las lecturas. Pero dejan poso, vaya que sí, así que os debo un puñado de reseñas escogidas. Las estrellas mi destino, La vieja guardia, El cementerio de barcos... me gustaría reseñar y recomendaros como mínimo estas tres novelas, las tres de las que se leen en un par de días pero en las que se piensa durante semanas.

El verano es un parón para muchos entes muchísimo más importantes que este pequeño blog, como son las editoriales, librerías, asociaciones y portales literarios. Hay dos caras de esta moneda: con el otoño se retoma la actividad, reaparecen las novedades y se acumulan las noticias, certámenes, presentaciones... así que crucemos los dedos y a ver qué trae el curso 2013-2014.

jueves, 4 de julio de 2013

Relato lisérgico: La serpiente

—A la mierda. No necesito esto.
Me levanté de aquel sofá pulgoso, que apestaba a cerveza añeja y meados de perro, y busqué un cigarro en los bolsillos de mi chaqueta.
—Que te jodan, Claude. Estás borracho.
Claro que estaba borracho. Los dos lo estábamos.
—Que te jodan a ti. Me voy al desierto, como hicieron ellos.
—¿Ellos?
—Los Doors, los putos Doors. Voy a cabalgar la serpiente.
Helena me contemplaba con la mirada perdida desde el extremo del sofá, todavía sentada y abrazada a ese chucho.
—Todo este tiempo has estado un poco tarado. Tarde o temprano tenías que volverte loco del todo.
—No me importa lo que me digas. Solo déjame en paz.
—¿Adónde vas? ¿Al desierto?
—Eso he dicho.
—No hay ningún desierto en todo el país, majadero.
—Eso no importa.
—Claro que no.
Sus grandes ojos negros voltearon en el interior de sus cuencas. Me giró premeditadamente la cara para acariciar a su galgo desnutrido.
—El tabaco —dije.
—¿Qué?
—¡El tabaco, joder! A mí no me queda, dame tu paquete.
Me lanzó el cartón directo a la cara, aunque conseguí atraparlo en el aire. Eché a andar sin volver la vista atrás, luchando por no torcerme un tobillo entre las rocas y los ladrillos dejados a lo largo del descampado.
—¡No puedes irte así! —gritó cuando apenas había andado un puñado de metros—. Has tomado mucho ácido.
—Nadie lo llama así, joder. Deja de ver tanta televisión.
—Más te vale beber agua —dijo, y añadió algo por lo bajo. No pude oír lo que gruñía, pero supongo que fue lo mejor.
Faltaba por lo menos media hora para que comenzase el viaje, pero ya empezaba a notar cómo el alcohol me daba una pequeña tregua. Tal vez fuese el viento enfriando el sudor de mi frente, o el olor del arroyo, pero me dió la sensación de que la sangre dejaba de acumularse alrededor de mi cráneo, oprimiendo y latiendo hasta hacerme sentir enfermo.
Caminé sin mirar por dónde iba, y tampoco me importaba una mierda. Chocaba contra las cercas de los sembrados, me magullaba la cara contra las ramas de los árboles y las espigas de hierba alta. Supongo que no me importaba saber hacia dónde me dirigía porque no había ningún sitio en el que quisiese estar. Cada paso era el estúpido intento de alejarme de mis propios pies. Por algún motivo pensé que no era más feliz de lo que había sido una semana antes, antes de conocer a Helena, pero tampoco más desgraciado. Y eso me hizo sonreír durante unos metros.
Me descoyuntaba para contemplar las estrellas mientras caminaba, con la sensación de que mi nuez saldría por mi nuca. Me parecía divertido el modo en que se mantenían quietas, en la distancia. Imaginé a todas aquellas personas mirando al firmamento, pidiendo favores, pidiendo deseos cada vez que veían una estrella fugaz, y aquellos puntos de luz, aparentemente inmóviles, el rostro del universo diciendo sin palabras que todo le importaba una mierda. Esas luces estaban ahí para los buenos y para los malos, para los generosos y para los egoístas, para las beatas y los yonkis, para los santurrones y para los asesinos. Esas luces estaban ahí también para mí.
—A mí tampoco me importáis una mierda.
El retumbar de la serpiente de acero chirriando a su paso sobre las vías me hizo gritar de alegría, saludar con ambos brazos al maquinista del antiguo y oxidado mercancías. «¿De dónde viene?», le habría preguntado al funcionario del ferrocarril. «Llevo maderas a…», puede que contestase (¿maderas?¿en serio?), pero yo le habría interrumpido para entonces. «Le he preguntado que de dónde viene, no adónde va», le diría a aquel triste hombre, el brillo de su juventud oculto muy al fondo, más allá de la base de las cuencas. Él me dedicaría una mirada de lástima. «¿De dónde vengo yo?», le habría preguntado después, ante su silencio, y él, con cierto desprecio educado, me abría empujado lejos de la ventanilla mientras la locomotora se alejaba.
Enjugué mis lágrimas, sorprendido, y reí de nuevo.
No hay derecho a que a un hombre se le imponga la consciencia de sí mismo, pensé, y las palabras perdieron su significado, si alguna vez lo habían tenido, a medida que se iban acurrucando en mi mente.
Oí un ruido de pasos, alguien caminaba en aquel lugar abandonado en que solo estaba yo.
—¡No hay derecho! —grité para asustar a quien fuese que caminase entre las sombras, en la noche, y al mismo tiempo me dí cuenta de dos cosas. La primera: que si intentaba asustarle era porque yo mismo sentía auténtico terror al pensar en el tipo de persona que vagaría por los eriales de madrugada. Y la segunda: que, naturalmente, eran mis propios pasos los que habían aguijoneado al caballo de mi paranoia.
—No me encuentro bien —le dije a la oscuridad.
Y me derrumbé. Tropecé con un arbusto, o con una piedra, o con mis propios pies, y el suelo vino a mi encuentro con una enorme sonrisa sardónica. La mía, mi sonrisa, supo a hierro y sangre cuando me estrellé contra una piedra. Seguro que eso sí era una piedra.
—¿Estás bien? —me dijo la oscuridad.
—No me encuentro bien —le repetí.
—Ven conmigo.
Un par de brazos me alzaron de las axilas, y le miré a los ojos.
—Eres tú, Jim.
—No, no lo soy —dijo Jim Morrison.
—Pero eres tú. Sé que eres tú.
—No, no lo sabes. No sabes quién soy, del mismo modo en que no sabes quién eres.
«No me encuentro bien», pensé.
«Lo sé», pensó él para mí, y echamos a andar cogidos del hombro.

lunes, 1 de julio de 2013

Seleccionado para el XIV Calabazas en el Trastero: Creaturas

Este fin de semana se publicó la lista de seleccionados para el catorceavo número de la publicación de terror patrio por antonomasia, promovida por La Biblioteca Fosca y editada por Saco de huesos, y como veréis toca celebración:
Andy (Tomás Blanco Claraco)
Dampfmann, Frankenstein revelado (Francesc Barrio)
Gargantúa (Javier Fernández Bilbao)
Garras para Algernon (Pedro López Manzano)
Hombres de papel (Leonardo Yarri Bengoetxea)
Involución evolutiva (Andrés Díaz Hidalgo)
Las 23 Llaves del Armagedon (Magnus Dagon)
Lógica (José Manuel Fernández Aguilera)
Recuerdos en la sangre (Pedro Moscatel)
Tan solo recortes de prensa (Juan Ángel Laguna Edroso)
Una lejana torre de marfil (Óscar Muñoz Caneiro)
Vestida de azul (Santiago Eximeno)
Victoria, o la moderna prometida (Miguel Martín Cruz)

En el marco temático elegido para esta entrega, Creaturas, mi Recuerdos en la sangre es un relato de terror, ciencia ficción y nanobots en el que la terapia nanocítica, consistente en la incorporación de células artificiales nanométricas al corriente sanguineo, arroja un siniestro resultado imprevisto.

En cuestión de unos meses podréis leerlo junto al resto de relatos y el prólogo de Ángel Luis Sucasas, cortesía de Nocte; mientras tanto, aquí tenéis un adelanto de la portada obra de Tiboo:

jueves, 13 de junio de 2013

Anochecer, de Isaac Asimov y Robert Silverberg

Si las estrellas apareciesen una noche cada mil años, ¡cuánto creerían en él, y adorarían y preservarían los hombres por muchas generaciones  el renombre de la ciudad de Dios!
-Ralph Waldo Emerson

Si las estrellas apareciesen una noche cada mil años... yo creo que los hombres se volverían locos.
-John W. Campbell

Recuerdo la primera vez que leí Anochecer, el relato breve de Asimov, cuando era un chaval que apenas hacía algo más que garabatear historias inacabadas en cuadernos. Recuerdo apagar el ordenador (no lo leí en papel) y pensar, sencillamente pensar durante un buen rato. Aquel fue uno de los muchos momentos que me llevaron a ser escritor, y también uno de los muchos que me enseñaron a amar la ciencia ficción. Recuerdo comprobar después la fecha en que fue escrito, mil novecientos cuarenta y uno, y de paso leer del tirón la biografía de este autor en algún rincón de la red. Cuarenta y uno menos veinte... Veintiún años, y él ya había podido escribir un relato como este.

Veintiuno... entonces escribir como los grandes no debe ser tan difícil, me dije, y evidentemente me equivocaba. Hay mucho, muchísimo trabajo detrás de cualquier carrera literaria, y muchos palos a lo largo del camino. Pero bueno, si la tonta e ilusa idea de que yo podía hacer lo mismo que los grandes contribuyó al menos a que me lanzase a escribir, cómo me alegro de haberme equivocado.

Ahora, bastantes años después, me he hecho con la novela homónima y he podido compararla con aquel relato que, para mi sorpresa, tan bien recordaba todavía.


Relato y novela
Y aquí tenemos la desconcertante
portada de mi edición de bolsillo,
un caso típico de lo que a mí me
gusta llamar IFA (Ilustarción
Futurista Aleatoria).
Las citas con que abro la reseña no son casuales. John W. Era Dorada Campbell y un muy joven Isaac hablaban acerca de la cita de Emerson, según cuenta Asimov en su biografía, cuando el famoso editor le propuso que escribiera un relato acerca de ello: ¿Qué pasaría si las estrellas apareciesen cada mil o dos mil años?. Y dicho y hecho, bajo esta premisa Isaac Asimov escribió uno de sus relatos más famosos, leído por generaciones de aficionados y aparecido en una larga lista de antologías. 

Como ya he dicho, esto ocurrió en el cuarenta y uno; hubo que esperar hasta mil novecientos noventa para que, tras haber finalizado Asimov sus sagas de Robots, Imperio y Trantor, se le propusiera que trabajase junto a otros autores. Así surgió la novelización de Anochecer con la colaboración de Silverberg. No he conseguido averiguar el alcance de esta colaboración, ni si acaso pudo Asimov hacer algo más que guiar a Silverberg, estando como estaba en sus últimos años de vida. En cualquier caso el estilo y la prosa son homogéneos y no se notan cambios de manos (si es que los hubo), y además puede resultar divertido adivinar qué ideas de las añadidas al argumento del relato original proceden de qué autor.


¿Pero cuál es ese argumento?


La trama
Anochecer parte de una buena premisa. Nos muestra un escenario complejo, un sistema estelar de seis estrellas de diferente clase y órbita. Tenemos una estrella de luz amarilla similar a nuestro Sol, la más luminosa del sistema, también la enana roja Dovim, de luz más tenue, y otras cuatro estrellas agrupadas en un doble sistema binario dentro del sistema séxtuple que aparecen intermitentemente en días de seis soles, cuatro, tres, dos... o incluso, una vez cada muchas décadas, días con una única estrella en el firmamento, pero nunca ninguna. Nunca anochece en el planeta Kalgash en la novela, Lagash en el relato, y sus habitantes han evolucionado en un ambiente de luz constante. ¿Qué les ocurrirá entonces si, como han venido anunciando algunos científicos por un lado y unos fanáticos religiosos por el otro, sobreviniese un día sin ningún sol en el cielo, un día de completa oscuridad?

Pues, con toda probabilidad, un sobrecogimiento capaz de hacer tambalear los propios cimientos de la civilización.

Humm... un sol con anillos...  inquietante. A veces creo que había una época publicitaria en que los planetas tenían que tener anillos. Explícale tú al productor que no hay planetas en el cartel de esta película, y por qué eso es un problema...

De una extensión media-larga (unas cuatrocientas páginas en bolsillo), la novela se divide en tres partes: Atardecer, Anochecer y Amanecer, siendo la primera y la tercera completamente ajenas a la trama del relato original y sus nombres bastante auto explicativos. No imagináis la rabia que me da no poder hablar más del argumento, de las diferencias entre la novela y el relato, de mi opinión particular sobre el final... pero es que no quiero desvelar demasiado.

Sobre lo demás, cumple con lo esperado. Los personajes son intelectuales y de caracter previsible. Son reconocibles y memorables, pero no crudamente reales, algo que los seguidores de clásicos como Asimov solemos perdonar encantados pero que no deja de ser un factor a tener en cuenta. La prosa es ágil, el ritmo medido y la trama no deja cabos sueltos evidentes. Es cierto que el principio que inspiró el relato original sufre un poco llevado a la extensión de una novela: después de todo son muchas páginas, mucho tiempo para que pensemos en incongruencias. Pero estas incongruencias apenas son tales, y en cierto modo esto de afrontar un libro y pensar desde la primera página "veamos si es plausible" forma parte del rito de lectura de cualquier novela de ciencia ficción.


Conclusión
Me queda la curiosidad de saber cuánto hizo Asimov y cuánto Silverberg. Una cosa es segura: si buscáis una novela del primero, haríais mejor en leer Fundación, Bóvedas de Acero, El fin de la Eternidad o Los propios Dioses antes que Anochecer, un experimento a cuatro manos más cercano al thriller de lo que es habitual en Asimov. Pero no os confundáis: aunque distinto a lo habitual, Anochecer es un buen libro de ciencia ficción y una novela entretenida para la gente no aficionada al género. Y para los que en su día leímos el relato... para nosotros es una auténtica gozada.