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domingo, 28 de agosto de 2011

Pulgares oponibles


Leyendo el prólogo de la antología Calabazas en el trastero: Bosques, redactado por Sergio Mars (La mirada de pegaso, El rayo verde en el ocaso), no puedo dejar de pensar en aquel escenario primigenio que fueron las selvas primordiales, el hábitat de nuestros ancestros arborícolas, y en (Sergio lo explica muy bien) aquel descenso del antepasado del hombre, aquel abandono de las verdes alturas para, empujado por la necesidad, recorrer la inhóspita sabana en busca de alimento, en pequeños grupos tal vez no muy distintos de las sociedades que aglomeran los primates actuales.

Imagino a aquellos precursores tímidamente erguidos, con la torpeza del desuso, atisbando por encima del nivel de la alta hierba para así trazar y alejar la línea del horizonte, en un nuevo ambiente en el que (lo escribe Sergio) la capacidad de ver antes de ser visto resultaba de importancia crucial. Y ahora, si puede saberse, ¿para qué demonios sirven las extremidades delanteras, acostumbradas por cierto a asirse a las ramas, a agarrar prensílmente el alimento?

El paso de los evos y un instinto genético que (sin medias tintas) nos impide mantener las manos quietas y vacías, pero no llegar a las mismas (a las manos, se entiende), casi hacen del uso de herramientas (¿armas?) algo inevitable. La cadena de causa efecto, cuyo principio no me atrevo a determinar, es la siguiente: el uso de las manos requiere de habilitas, un modo nuevo de pensar, y ese nuevo modo de pensar promueve el uso de herramientas, nos aúpa hasta el habilis (eslabón más, eslabón menos).

El palo de la fregona... y la dialéctica. Las toallitas húmedas... y la lírica. El ventilador de mano... y la heurística como lo que es, un lavado de cara de la intelectualización del mono, un modo de descubrir, de inventar, de resolver problemas mediante un pensamiento nuevo o que era nuevo hace dos millones de años.

Y mi rápida y valiente conclusión (valiente en un sentido totalmente peyorativo) ha sido la que tenía que ser cuando, dobleces de la vida, uno es a ratos un convencido humanista y a ratos un irreconciliable misántropo, y a los más una increíble mezcla de las dos cosas. Y es la siguiente: que la inteligencia no es sino una anomalía evolutiva, un efecto secundario no previsto, una casual broma del determinismo o del albedrío, de Dios o del universo, de un lejano ente consciente o incluso, por qué no, de un monstruoso espaguetti volador.

Y digo yo, vaya broma pesada...


7 comentarios:

  1. El espaguetti volador xD. Ya no me acordaba de él.

    ¿Y si... fuésemos parte de una semilla genética traída al planeta por una raza primigenia? A lo mejor hasta nos observan, ¿seremos el show televisivo de otra raza?

    ¿De dónde sacaste esa foto mía escribiendo?

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  2. xD

    Es curioso lo que planteas, ¿cuántos escritores habrán tratado el tema de la semilla genética en sus narraciones? Alguien debería investigar sobre el tema y publicarlo en su blog... Lo recordaré en el futuro próximo ^^.

    P.S.: ¿Tuya? Lamento sacarte de tu error, pero el de la fotografía es Paco Macaco, mi mecanógrafo. A él le dicto mis relatos y estas entradas, y cuando me voy de fiesta aprovecha para trabajar en su propia novela, Humanos en la niebla.

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  3. Un buen post que invita a la reflexión. Sinceramente viendo a algunos congéneres parece que la inteligencia no es un razgo característico de nuestra especie.

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  4. Gracias, odiealex. No te falta razón.

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  5. Muy interesante tu reflexión, te aseguro que he pensado en ello muchas veces, más de las que te puedas imaginar. Como creyente estoy convencido de que tras la evolución hay una cociencia que hace que lo que parece azar sea en realidad voluntad, pero respeto a quien no lo cree.

    Físicamente no nos parecemos en absoluto, pero intelectualmente estamos bastante más cerca.

    Un saludo y buena semana.

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  6. Teológicamente hablando, tu creencia (aunque no la comparta) me parece perfectamente lógica y respetable. Quiero decir, que la fe permite que tras un fenómeno científico o empírico si lo prefieres, como la genética, la evolución, etc., esperemos hallar una conciencia superior.

    Menos lógico y meritorio de respeto me parecería, por ejemplo, negar categóricamente la existencia de las fuerzas gravitatorias o el sistema genético.

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  7. Se me olvidaba, buena semana a ti también. :)

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