El señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, le insufló en sus narices un hálito de vida y así el hombre llegó a ser un ser viviente.
Gn.2,7
Gn.2,15
Así llega el hombre a la Tierra por obra del demiurgo de la tradición judeo-cristiana -tan parecido a su homólogo sumerio- en el primer libro de la Torá o el Pentateuco, a gusto de cada uno.
Y de otra llegada distinta pero de similar fantasía nos habla Rael (neé Claude Vorihlon), el fundador del movimiento que defiende a ultranza la existencia de los Elohim, un pueblo extraterrestre que nos habría creado mediante la ingeniaría genética. Todo esto, por supuesto, se lo contó un individuo del cosmos de más de 25.000 años de edad; unos cuantos más que los 6.000 que habrían pasado desde que Yavéh (otro ser cósmico) soplase en las narices de Adán.
Pero sacudámonos del hombro a dudosos sectarios con gorros de papel de aluminio, ignoremos a los tan equivocados como obcecados creacionistas, incluyendo a ese niño de mente lavada (que no limpia) que gritaba (y yo le creí pero por muy poco) "¡Mi papito no es un mono!".
El título de la entrada ya es lo bastante claro, así que no me extiendo más en esta pequeña introducción. ¿De dónde venimos? ¿Intervino alguien en el milagro? Pero sobre todo... ¿Qué entretenidas novelas de ciencia-ficción se han escrito sobre el tema?
El mono y la mona tienen monitos
Esto es así. Por lo menos lo es de momento, ahora que la ingeniería genética todavía anda con pies de plomo. O como poco, creemos que lo ha sido hasta ahora, si obviamos esas inquietantes averiguaciones sobre el genoma neandertal y su similitud con el nuestro. O si calificamos aquellos restos de acción bacteriana en cometas (considerados como originarios de Marte) de simple contaminación de pruebas. La vida se abrió paso por sí misma desde las más profundas profundidades del hirviente y espeso caldo primordial (puaj) y la evolución estableció que la conformación de los sistemas biológicos dependería del medio.
Y así es como el mono y la mona tuvieron monitos, homínidos, y por fin y en concreto individuos homo sapiens (¿sapiens?). ¿Pero qué diferencia hay entre una molécula de agua y un ser unicelular vivo? ¿Cómo creer a pies juntillas en la generación espontánea de la vida sin especular, aunque sea un poco, con otras posibilidades?
Le insufló en sus narices...
Hay una palabra que si bien resonará de manera extraña en los oídos de los lectores de mente sucia, resume a la perfección el concepto del que quiero hablar en su faceta más seria, es decir, la que tiene un mínimo trasfondo científico.
La palabra es panespermia, del griego παν- [pan, todo] y σπερμα [sperma, semilla]. La panespermia o "panspermia" es la teoría que propone la existencia de bacterias u otros organismos similares, precursores de la vida compleja, diseminados a lo largo del cosmos. Se ha demostrado la supervivencia de algunas bacterias en situaciones extremas, lo cual hace que a los especuladores (si bien ignorantes) se nos haga la boca agua al pensar en las implicaciones de esto... y en la posibilidad de convertirlo en entretenimiento escrito.
Pero la verdadera especulación es la más alocada, la más imaginativa. ¿Por qué pensar en una nube de aburridas bacterias (que tampoco ayudan mucho narrativamente hablando) como causantes de la vida en la Tierra cuando podemos acusar a... alguien más?
El hipermotor de antimateria del arca de Noé
Por encima de cualquier otra obra de ficción, me viene a la mente (por su plasticidad) la imagen de aquellas naves Seeds en el anime TRIGUN. Unas naves cargadas de humanos criogenizados con una misión: buscar un nuevo mundo.
Es casi casi un cliché, algo visto y muy visto. Y no por ello menos atractivo.
Recuerdo también aquella película, Stargate, en la cual se identifica a los dioses egipcios con una raza alienígena que habría encaminado a los primitivos humanos en la dirección adecuada hacia la civilización.
Pienso en el antiquísimo manuscrito védico Samarangana Sutradhara, (habla uno de manuscritos antiguos y se siente un poco lovecraftiano), en que se habla de los vímana, esas naves capaces de volar hasta las estrellas, de esas guerras que arrasaron el planeta, de la raza que habitaba fuera de la Tierra en aquel tiempo que figura como un vacío en nuestros libros de historia (habla uno de vacíos en la historia y se acuerda de Robert E. howard).
Conclusión
Toda nuestra cultura (en forma de libros, cómics, películas, series televisivas...) está saturada de relatos geniales sobre inteligencias extraterrenas como creadores de la humanidad. Tanto es así que me abstengo de recomendar ninguna obra. No hay que olvidar que al margen de textos religiosos y las obras mencionadas, hay otros escritos que tratan el tema, y muchos para nuestra sorpresa. No olvidemos la canción de los Ainur que según Tolkien dió origen a la Tierra Media, por ejemplo.
¿Es este un tema que ya no da más de sí? ¿Seguirá apareciendo en nuestra ficción de entretenimiento, en nuestra pseudoarqueología y conspiranoia más "cuartomilenaria"? ¿O quedará relegada a los clasicos de la vieja escuela de la sci-fi?
La palabra es panespermia, del griego παν- [pan, todo] y σπερμα [sperma, semilla]. La panespermia o "panspermia" es la teoría que propone la existencia de bacterias u otros organismos similares, precursores de la vida compleja, diseminados a lo largo del cosmos. Se ha demostrado la supervivencia de algunas bacterias en situaciones extremas, lo cual hace que a los especuladores (si bien ignorantes) se nos haga la boca agua al pensar en las implicaciones de esto... y en la posibilidad de convertirlo en entretenimiento escrito.
Pero la verdadera especulación es la más alocada, la más imaginativa. ¿Por qué pensar en una nube de aburridas bacterias (que tampoco ayudan mucho narrativamente hablando) como causantes de la vida en la Tierra cuando podemos acusar a... alguien más?
El hipermotor de antimateria del arca de Noé
Por encima de cualquier otra obra de ficción, me viene a la mente (por su plasticidad) la imagen de aquellas naves Seeds en el anime TRIGUN. Unas naves cargadas de humanos criogenizados con una misión: buscar un nuevo mundo.
Es casi casi un cliché, algo visto y muy visto. Y no por ello menos atractivo.
Recuerdo también aquella película, Stargate, en la cual se identifica a los dioses egipcios con una raza alienígena que habría encaminado a los primitivos humanos en la dirección adecuada hacia la civilización.
Pienso en el antiquísimo manuscrito védico Samarangana Sutradhara, (habla uno de manuscritos antiguos y se siente un poco lovecraftiano), en que se habla de los vímana, esas naves capaces de volar hasta las estrellas, de esas guerras que arrasaron el planeta, de la raza que habitaba fuera de la Tierra en aquel tiempo que figura como un vacío en nuestros libros de historia (habla uno de vacíos en la historia y se acuerda de Robert E. howard).
Conclusión
Toda nuestra cultura (en forma de libros, cómics, películas, series televisivas...) está saturada de relatos geniales sobre inteligencias extraterrenas como creadores de la humanidad. Tanto es así que me abstengo de recomendar ninguna obra. No hay que olvidar que al margen de textos religiosos y las obras mencionadas, hay otros escritos que tratan el tema, y muchos para nuestra sorpresa. No olvidemos la canción de los Ainur que según Tolkien dió origen a la Tierra Media, por ejemplo.
¿Es este un tema que ya no da más de sí? ¿Seguirá apareciendo en nuestra ficción de entretenimiento, en nuestra pseudoarqueología y conspiranoia más "cuartomilenaria"? ¿O quedará relegada a los clasicos de la vieja escuela de la sci-fi?
La ilustración que has puesto para encabezar la entrada intimida xD.
ResponderEliminarComo diría Nietzsche (más o menos): antaño los hombres veían la divinidad en sus antepasados, eso ha cambiado transformándose en un mono sonriente.
Yo, que soy muy malo, añadiría: «que hace un corte de mangas».
Un buen post. Creo que el tema interesa tanto que seguirá siendo fuente de inspiración para la ciencia ficción.
ResponderEliminar@Watson: qué imagen más gráfica (valga la redundancia), la del mono haciendo el corte de mangas jeje. Es difícil aseverar que en la actualidad incluso el hombre más ateo no tiene en cierto modo sus divinidades al uso. Estamos diseñados para construir nuestros ídolos, ya sean antiguos espíritus hebraicos o cosas más simples y en absoluto religiosas, como ciertos deportes o algunas mujeres, ciertos trabajos y aficiones. Les rendimos cuentas a estos tótems, ya sean de bronce, de barro... o de tinta y papel ;D.
ResponderEliminar@odiealex: Supongo que tienes razón. Por mucho que leamos o veamos historias sobre el tema es tan interesante que parece difícil cansarse.
Saludos a los dos.