Recorría la superficie de la mesa con sus temblorosas y callosas manos sin cesar un solo instante, reordenando y recolocándolo todo presa de esa manía tan suya. El plato del café frente a él, a cuatro dedos del borde de la mesa y justo en el centro. La cucharilla perpendicular a él, a la derecha sobre el plato, sin derramar una gota. El sobrecillo de azúcar (vacío solo hasta la mitad de su contenido) perfectamente doblado y bajo el borde izquierdo del plato. El servilletero en el extremo derecho de la mesa, a mitad de distancia entre él y yo.
Mientras escribía aceleradamente, no pude resistir el impulso de imitarlo y centrar el bloc de notas frente a mí, empatizando con su nerviosa voluntad de orden.
-El café no es muy bueno, pero el ambiente merece la pena -dijo por fin, aludiendo al local en que nos encontrábamos con un elocuente deje de la mirada.
Le reí la broma azorado; me encontraba nervioso en su compañía.
-Pregunta lo que quieras -dijo por fin.
-De acuerdo... empezaré por algo capcioso. ¿El escritor nace, o se hace?
Sonrió al oír mi pregunta; ni siquiera se tomó un instante para pensar su respuesta.
-Ambas, del mismo modo en que el hombre primero nace y después se hace. El escritor nace en el instante en que siente la necesidad de escribir como el que siente la necesidad de comer. Y también el escritor se hace en el instante en que utiliza aquella necesidad de escribir para cubrir la de su manutención.
Remueve su café para después secar la cucharilla con una servilleta antes de colocarla perfectamente alineada sobre el plato. Para mi sorpresa, arroja la servilleta arrugada al suelo.
-¿Y cuál prima una vez que el escritor ha nacido y se ha hecho?¿La necesidad de escribir, o el hambre?
-A veces tenemos tanta sed que nos olvidamos de nuestro hambre; otras tanta hambre que nos olvidamos de nuestra sed...
-¿Alguna vez a escrito usted movido por hambre y no por placer, por necesidad de escribir?
-Esa sí es una pregunta capciosa -rió aquí-. Escribir por hambre es en cierto modo otro tipo de necesidad de escribir. En cualquier caso nunca he necesitado relegar mi escritura a un oficio, si es eso a lo que se refiere.
-Si tuviese que escoger a un autor...
-Si es solo uno, es más fácil. Si me hubiese preguntado por varios, habría mencionado a muchos, todos mejores escritores que yo. Si me pide uno... la respuesta es yo. Si no creyese en mí, perdería la capacidad de seguir adelante con mi oficio.
-Decía usted que su escritura no era de oficio...
Rió de nuevo sorprendido.
-Es usted todavía más capcioso que sus preguntas...
© Copyright 2010 Pedro Moscatel
El texto afronta varias cuestiones controvertidas.
ResponderEliminar¿El escritor nace o se hace? Yo diría lo mismo que dice el entrevistado. Un escritor debe tener ciertas personalidades concretas; es decir, por ejemplo, un tipo que sea más de acción que de reflexión, lo va a tener complicado a la hora de afrontar un trabajo de 300 páginas, en el que tendrá que darle vueltas a la manivela de la cabeza en cada una de ellas (al menos en el proceso de corrección). Y además por gusto, porque es vocacional, normalmente no se va a ganar mucho dinero haciéndolo.
Pienso que un escritor ha de ser primero literato, un lector empedernido que disfrute de los libros y que conozca bien los géneros. El talento cuenta, pero en ese mundillo se suele decir mucho aquello de: "10% de talento 90% de trabajo". Luego entra en juego la imaginación, estilo, conocimientos, experiencia y un vasto etc. Yo añadiría que primero nace y después se va haciendo durante el resto de la existencia que dedique a la escritura. Un escritor no deja de aprender.
Conozco a un autor -no diré el nombre- que afirma escribir sólo por dinero, y que el resto de los autores que dicen lo contrario -escribir por amor al arte- están equivocados. Veo una contradicción en su teoría, porque aquí se gana poco pulsando las teclas que forman realidades paralelas, así que el que lo haga más vale que sea por afición. A menos claro que la suerte acompañe y consiga ser uno de los pocos elegidos que viven de ello.
"Así que quieres ser escritor, ¿eh?" (Bukowski)
si no brota de ti a borbotones
a pesar de todo,
ni lo intentes.
a menos que te salga por voluntad propia
del corazón y la mente y la boca
y las entrañas,
ni lo intentes.
si tienes que permanecer horas sentado
mirando la pantalla del ordenador
o encorvado sobe la
máquina de escribir
en busca de palabras,
ni lo intentes.
si lo haces por el dinero o
la fama,
ni lo intentes.
si lo haces porque quieres
mujeres en la cama
ni lo intentes.
si tienes que sentarte y
rehacerlo una y otra vez,
ni lo intentes.
si sólo pensar en ello ya te cuesta trabajo,
ni lo intentes.
si quieres escribir como algún
otro,
olvídalo.
si tienes que esperar a que salga de ti
con un rugido,
entonces espera tranquilo.
si no llega a salir de ti con un rugido,
dedícate a otra cosa.
si primero se lo tienes que leer a tu esposa
o a tu novia o tu novio
a tus padres o quienquiera que sea,
no estás preparado.
no seas como tantos otros escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman escritores,
no seas soso, aburrido y
pretencioso, no te dejes consumir por el
narcisismo.
las bibliotecas del mundo
se han dormido de
aburrimiento
con los de tu calaña.
no lo empeores.
ni lo intentes.
a menos que te salga
del alma como un cohete,
a menos que creas que la inactividad
te llevaría a la locura o
al suicidio o al asesinato,
ni lo intentes.
a menos que el sol en tu interior te
abrase las entrañas,
ni lo intentes.
cuando de veras sea la hora,
y si estás entre los escogidos,
cobrará vida por
si mismo y seguirá cobrándola
hasta que mueras o muera
en ti.
no hay otra manera.
ni la hubo nunca.
Un saludo y mis disculpas por la extensión del mensaje ;).
Me gusta que os extendáis en los comentarios, eso le da mucha vida al blog. ;)
ResponderEliminarTe doy la razón en todo lo que has dicho, y muy bien traída por cierto la rima de Bukowsky (no sé si él la consideraría un poema en el momento de escribirla).
Quién también se dedicaba mucho a éste tipo de rimas metaliterarias era el Doctor Asimov; ésta es una de las más curiosas...
¡VALE LA PENA LEERME, VEAN! (Isaac Asimov)
Oh, doctor A...
Oh, doctor A...
Hay algo (no se vaya)
que me gustaría oírle decir.
Aunque preferiría morir
que intentar
curiosear,
el hecho, como verá,
es que en mi mente
ha brotado hoy la cuestión latente.
No pretendo fácil irrisión,
de modo que, por favor, responda con decisión.
Deseche sus temores recelosos,
¡y explique el secreto de su visión!
¿Cómo demonios
engendra
esas locas e increíbles ideas?
¿Es indigestión
y cuestión
de la pesadilla resultante?
¿De sus globos oculares el remolineo,
el girar incesante,
del cerrarse y abrirse
de sus dedos,
mientras su sangre toca enloquecidos repiques
al seguir el desapasionado compás
de su pulso turbio y desigual?
¿Es eso, opina, o el licor
lo que acelera su furor?
Porque un pequeño, ligero,
martini seco
puede ser su particular genio;
o quizás en esos combinados de ron
encuentra usted las mismas semillas
para la creación
y liberación
de esa rara idea o ese sorprendente final;
o una sobrenatural
combinación
de ilegal
estimulación,
marihuana más tequila,
que le dará esa sensación
de las cosas que vibran
y se desprenden,
mientras inicia su cerebración
con la síncopa enloquecida
de un cerebro que su tic-tac emprende.
Doctor A., seguramente algo
le vuelve visionario
y bastante trastornado.
Puesto que le leo con devoción,
¿no querrá darme una noción
de esa poción astutamente preparada
de la que emergen sus tramas,
de esa mezcla secreta, espumosa, alocada,
que en elemento permanente le ha convertido,
en los lugares de la ciencia ficción más favorecidos...?
Ahora, doctor A.,
no se vaya...
Oh, doctor A.
Oh, doctor A...
Un saludo.