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miércoles, 30 de marzo de 2011

"Oficialmente" a la venta

Bueno, parece que (tal y como deja ver el título de esta entrada), finalmente el libro está a la venta. Y digo "parece" porque todavía me cuesta creer el ritmo que llevan las cosas... pero mejor no me meto ahí, que empiezo a hablar de la ilusión que me hace todo esto y no paro.

Esto básicamente significa que los que viváis en Calatayud ya podéis haceros con el libro, y los que no, tenéis (en realidad ya está desde que actualicé por última vez) el link para pedirlo por correo en el widget de la derecha. Sobre la distribución en sí no sé mucho todavía, así que no sé con seguridad cuándo podréis encontrarlo en las librerías.

No puedo evitar comentaros también que ha habido quien se ha dado verdadera prisa, y estando la novela en paños menores como quien dice, ya ha tenido Maite Diloy el detalle de comentar El rebaño del lobo en su blog.

Y cambiando un poco pero no mucho de tema, el día 8 de Abril, hacia las 20:30 de la tarde, haremos la presentación en la librería Donde los libros, en Calatayud. Estaré yo (difícil escaquearme) y los que os animéis a acercaros.

jueves, 24 de marzo de 2011

Redoble de tambor: en visperas de que la novela salga a la venta

Ya lo tengo en casa; ya lo he releído, ya he pasado sus páginas, ya he manoseado su portada. Como le digo a todo el mundo: me siento como un niño con zapatos nuevos. No sé si esta es la emoción que se siente cada vez que se sostiene un libro publicado por uno mismo, o si este sentimiento lo tenemos solo los primerizos. Pero sé que ahora mismo lo cambiaría por muy pocas cosas en este mundo.

Estaba en clase cuando leí el sucinto correo de mi editor, de cuyo contenido recuerdo poco más que lo siguiente: "Pedro, ya tenemos el libro".

Imaginad lo que tardé en personarme en la librería.

Pero no tengo intención de enrrollarme más; el libro saldrá a la venta en cuestión de días, lo anunciaré por aquí y en la web del libro, www.juliaestasola.com . También avisaré a partir de ahora de las fechas de presentación, y en fin de todo lo que surja.

Y, por si alguien quiere comprar la novela y no la encuentra en su librería habitual, añadiré un link aquí y también en la web de la novela para que podáis encargarla por correo.

Más información muy pronto...

jueves, 17 de marzo de 2011

El examen

El sudor comenzaba a emborronar la tinta, empañando de azul el dorso de sus manos. Por suerte en el aula no había ninguno de aquellos grandes relojes de manecillas, de esos colocados aparentemente con la única intención de trastornar a los ya bastante nerviosos estudiantes.
Quedaban menos de diez minutos, y seguía sin dar con la respuesta.
¿Cómo podía ser tan difícil? La había leído apenas unas horas antes, repasando sus apuntes. Si cerraba los ojos casi veía la disposición del esquema, una luminaria difuminada en la retina de su memoria...
¿Cómo se llamaba el general? ¿Quién había comandado la revolución en las colonias lunares? Si incluso había un asentamiento con su nombre, ¿Cómo podía haberlo olvidado?
Jimenski... Glorienko... nada, no había manera.
¿Ptrievev, tal vez?
No, claro que no. Ptrievev era el nombre de su líder de escuadra en las juventudes.
¿Cómo se llamaba aquél desgraciado, que llevaba siglos criando malvas en algún rincón del gran pedrusco selénico?
A la mierda.
Entregó el examen y salió a fumar fuera del instituto.
Más tarde, en su apartamento en Vallecas, Inés corregía los exámenes de sus alumnos.
Leyó el primero, y debió de releerlo unas tres veces.
A la pregunta "¿cuál es la diferencia entre la fragmentación de memoria externa y la interna?" el alumno había contestado: "la agrupación de los núcleos de población en el hemisferio sur".
A la pregunta "¿Cómo sabemos de un grupo de sindicatos cuál es el más representativo a nivel nacional?", el alumno había contestado: "Mediante el uso de armas químicas, que anulaban y adormecían las nanomáquinas encargadas de contrarrestar los efectos de la radiación".
Inés volvió a leer el encabezado del examen, en que se incluían el nombre del alumno y la fecha del día. El alumno había escrito: Glorienko, 17 de Marzo del 2345.

 
 
© Copyright 2011 Pedro Moscatel
 
***


Pufffff... acabo de terminar un exámen, uno de los siete que he tenido en seis días... ya solo falta uno.
Nervios por los exámenes (de los que solo me falta saber algunas notas, y que han ido mejor de lo que esperaba) nervios porque pronto estará lista la maqueta de mi grupo, y nervios porque pronto estará lista la novela.

Si todas las preocupaciones fueran así de buenas...

jueves, 10 de marzo de 2011

Cuidado, esperanza y miedo sobre las aceras


El alba se presentía, jugueteando ya con las tonalidades del borde del tapiz nocturno, anunciándose en una muestra natural de desaturación del color. Debería haber sido un amanecer rojo, o al menos anaranjado, para mantener un mínimo de coherencia con la noche que despedía. Pero en su típica indiferencia, el cielo sería hoy azul claro, blanquecino por la niebla y sin nubes altas visibles. No habría carnaza para los fotógrafos occidentales, no habría ningún prestigioso retrato premiado al amanecer de hoy en las portadas de las grandes revistas.

Bajó la mirada del cielo distante para atender de nuevo aquel pequeño rincón en el cercano suelo.

La mochila, recién recargada, pesaba más de veinticinco kilos entre el líquido y el dispositivo en sí. Se clavaba de tal manera que casi podía imaginar sus propios huesos desgarrando las fibras de sus músculos: vértebras, homóplatos y cadera lastimando y deteriorando la blanda y ajada carne de su espalda.

Regaba las calles a presión, como cada madrugada. Sin embargo hoy la cosa cambiaba; el sol saldría en menos de un cuarto de hora, veinte minutos como mucho, y él seguía regando aquél metro cuadrado de acera. Ni siquiera había recorrido una décima parte de su área, y todavía regaba aquellas diez o doce baldosas de piedra, con dedicación vocacional, si es que realmente existía alguien con vocación a la barrendería o, en su defecto, a la (similar pero más rimbombante) eliminación y tratado de residuos cívicos.

Las cosas iban a cambiar, por lo visto. Para bien, para mal... Para distinto.

El funcionario encargado del servicio de limpieza local había sido ejecutado tres días atrás, para empezar. Si eso no cambiaba en algo las cosas, que se lo dijesen a él. Por si fuera poco, las directivas y estamentos del Departamento de Higiene de los Inmuebles Públicos emanaban de alguna delegación ejecutiva del gobierno central, nada menos. Y el futuro del gobierno de aquel país era cuando menos incierto.

Pero lo peor de todo era el tema del petróleo, la clave del asunto. Ahí estaba el quid de la cuestión, sí señor, el meollo, la problemática, el asunto... la cosa. El futuro del petróleo y sobre todo de su precio era crucial para que las cosas pudiesen seguir de un modo aceptable.

Y es que el lubricante que empleaba para mantener la máquina, de base oleosa, lo pagaba él de su bolsillo.

Giró la válvula para dar más presión a la manguera; la mancha seguía allí, inamovible, prueba y testigo de lo ocurrido la noche anterior, noche que ya moría de oriente a occidente.

El agua del depósito se agotó con un ridículo borboteo.

Había que tener mucho cuidado. Había que tener mucha esperanza. Había que tener mucho miedo.

Cuidado.

Esperanza.

Miedo.

Cuidado, esperanza, miedo, se repetía mientras lloraba de impotencia sobre el charco de sangre reseca, el primero del mar de sangre que inundaba las calles de su zona de limpieza asignada.

Muchos riegan las calles de sangre. Tal vez el deber de los demás sea depositar cuidadosamente sus esperanzas y miedos en quienquiera que se encargue después  de limpiar la sangre de las aceras.


© Copyright 2011 Pedro Moscatel


martes, 8 de marzo de 2011

Cigarrito


El tiempo que falta para que la novela llegue a mis manos se puede contar en semanas, y sin embargo es precisamente ahora, en la recta final, cuando más ardua se hace la espera. Ver y tocar ese libro, percibir el cambiante brillo de la luz sobre una portada que hasta ahora solo he visto en la pantalla del ordenador, pasar esas páginas con olor a libro nuevo y ver plasmadas en ellas esas palabras que tantas veces he leído, que me suenan familiares como una vieja cantinela, como un mantra repetido una y otra vez durante las largas e inacabables revisiones llevadas a cabo durante el último medio año.

Qué nervios...

Quizá tenga que hablar delante de otras personas sobre mi libro, y no tengo ni idea de qué diré. Quizá tenga que firmar el libro a algún amigo, y no sé qué escribiré. Qué complicado es todo, ¡si yo lo único que quería era escribir! Lo que me importa es que alguien me lea. ¿Qué opinarán? ¿Les parecerá ridículo? ¿Pretencioso? ¿Mediocre? ¿Suficiente? ¿O puede que a alguien le guste de verdad, a pesar de sus evidentes fallos?

Qué nervios, qué nervios...

Hay un contrato firmado, unas pruebas de imprenta revisadas, y la orden de impresión ya ha sido dada. Hay una web lista (Julia está sola) preparada para llenarse con las noticias que genere la novela (presentación, alguna que otra reseña, nada del otro mundo). Y sin embargo, ahora que solo resta esperar, que parece que no queda nada que hacer y que el correo electrónico apenas da la guerra que solía dar, es cuándo más activo me siento, quiero hacer y no sé el qué.

Qué nervios, qué nervios, qué nervios...

Por supuesto sigo con otros proyectos, y ahora (al margen del tiempo que me quitan los estudios) tengo una pizca más de tiempo para emplear en ellos. Pero aun así, hasta que no llegue el verano y pueda dedicar todo el tiempo que necesito a escribir, no puedo esperar que avancen mucho. Y en cualquier caso, probablemente una vez que salga el libro tendré que zambullirme de nuevo en aquella historia, tenerla presente para poder hablar de ella, y no andar distraído pensando en quimeras y proyectos para los que aún falta mucho trabajo que hacer...

Qué nervios, qué nervios, ¡Qué nervios!, ¡¡Qué nervios!!

Mal día para dejar de fumar...

miércoles, 2 de marzo de 2011

El café de la imaginación


Recorría la superficie de la mesa con sus temblorosas y callosas manos sin cesar un solo instante, reordenando y recolocándolo todo presa de esa manía tan suya. El plato del café frente a él, a cuatro dedos del borde de la mesa y justo en el centro. La cucharilla perpendicular a él, a la derecha sobre el plato, sin derramar una gota. El sobrecillo de azúcar (vacío solo hasta la mitad de su contenido) perfectamente doblado y bajo el borde izquierdo del plato. El servilletero en el extremo derecho de la mesa, a mitad de distancia entre él y yo.

Mientras escribía aceleradamente, no pude resistir el impulso de imitarlo y centrar el bloc de notas frente a mí, empatizando con su nerviosa voluntad de orden.

-El café no es muy bueno, pero el ambiente merece la pena -dijo por fin, aludiendo al local en que nos encontrábamos con un elocuente deje de la mirada.

Le reí la broma azorado; me encontraba nervioso en su compañía.

-Pregunta lo que quieras -dijo por fin.

-De acuerdo... empezaré por algo capcioso. ¿El escritor nace, o se hace?

Sonrió al oír mi pregunta; ni siquiera se tomó un instante para pensar su respuesta.

-Ambas, del mismo modo en que el hombre primero nace y después se hace. El escritor nace en el instante en que siente la necesidad de escribir como el que siente la necesidad de comer. Y también el escritor se hace en el instante en que utiliza aquella necesidad de escribir para cubrir la de su manutención.

Remueve su café para después secar la cucharilla con una servilleta antes de colocarla perfectamente alineada sobre el plato. Para mi sorpresa, arroja la servilleta arrugada al suelo.

-¿Y cuál prima una vez que el escritor ha nacido y se ha hecho?¿La necesidad de escribir, o el hambre?

-A veces tenemos tanta sed que nos olvidamos de nuestro hambre; otras tanta hambre que nos olvidamos de nuestra sed...

-¿Alguna vez a escrito usted movido por hambre y no por placer, por necesidad de escribir?

-Esa sí es una pregunta capciosa -rió aquí-. Escribir por hambre es en cierto modo otro tipo de necesidad de escribir. En cualquier caso nunca he necesitado relegar mi escritura a un oficio, si es eso a lo que se refiere.

-Si tuviese que escoger a un autor...

-Si es solo uno, es más fácil. Si me hubiese preguntado por varios, habría mencionado a muchos, todos mejores escritores que yo. Si me pide uno... la respuesta es yo. Si no creyese en mí, perdería la capacidad de seguir adelante con mi oficio.

-Decía usted que su escritura no era de oficio...

Rió de nuevo sorprendido.

-Es usted todavía más capcioso que sus preguntas...

© Copyright 2010 Pedro Moscatel