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lunes, 24 de enero de 2011

Escribir un libro III: La mejor parte


Después de un parón de más de una semana, seguimos con esta humilde guía sobre el proceso de creación de una novela.

Si a alguien le pilla por sorpresa y no sabe de qué va todo esto, más información en la primera entrega de Escribir un libro.

Pero a lo que vamos... recapitulemos: tras lo visto en las anteriores entradas ya tenemos la idea, es decir, sabemos lo que queremos escribir; y hemos diseñado a grandes rasgos un elenco de personajes y una trama, por lo que tenemos todos los ingredientes necesarios para nuestra novela.

Solo falta mezclarlos...


Últimas consideraciones

Por fin ha llegado el momento de meternos en harina, de remangarnos y sentarnos a escribir. Pero antes de volcar en el papel todo ese cúmulo de escenas que hierven en nuestra cabeza, hay un par de consideraciones que debemos tener en cuenta (la última vez, lo prometo).

A sabiendas de que pueden parecer obvios e incluso innecesarios, incluyo estos consejos porque es un error más habitual de lo que podría parecer empezar a escribir sin tener estos aspectos en cuenta, lo cual a la larga solo se traducirá en más trabajo para obtener un resultado probablemente inferior. Así que para escribir nuestro primer manuscrito deberemos tener en cuenta lo siguiente:   

El tono

Debemos tener cuidado con el tono de nuestro relato, el cual cobrará forma a raíz de nuestras descripciones y diálogos. El vocabulario, las expresiones... merece la pena que nos detengamos a considerar cuales serán los más adecuados para lo que queremos narrar.

Una novela distendida, en tono de humor, probablemente usará expresiones coloquiales, frases cortas y simples, y un vocabulario no muy especializado. Por otro lado, un thriller dramático sobre abogados usará un lenguaje formal, frases largas y subordinadas, y un vocabulario lleno de cultismos y tecnicismos.

En mi novela utilizo un tono ligero, evitando los largos párrafos de frases subordinadas y dotando a los diálogos de un vocabulario simple y coloquial, principalmente debido a la corta edad de los protagonistas. Sin embargo intento contrarrestarlo con una narración más cuidada y reflexiva, a fin de crear una atmósfera que contraste con la aparente trivialidad del discurso de los jóvenes.

El narrador

¿Primera o tercera persona? ¿Conviene que sea omnisciente? Hay que tener muy claro esto si queremos evitar incoherencias de estilo. No hay nada peor que un narrador omnisciente que oculte algo al lector, o un narrador en primera persona que nos cuente cosas que no debería conocer.

Experimentar con distintos tipos de narrador puede ser muy enriquecedor, y puede dar muchísimo color a un texto, pero también puede arruinar nuestra novela si no sabemos escoger con cuidado. Para empezar, mucha gente recomienda el uso de narradores omniscientes en tercera persona.

Yo en El rebaño del lobo he mezclado el narrador omnisciente en tercera persona con pensamientos y reflexiones de la protagonista, centrando así la narración en ella en una primera-tercera persona, aunque a decir verdad no estoy muy seguro de la terminología que se emplea aquí...   

La extensión

En principio este es un apartado al que no se debería prestar mucha atención. Evidentemente, no nos plantearemos igual la redacción de un relato breve que la de una novela corta, ni del mismo modo la de una novela corta que la de una novela al uso. Pero a parte de esto, no deberíamos preocuparnos mucho por la longitud que adquiera la novela hasta que no hayamos finalizado el manuscrito.

Lo mejor es dejar que nuestro relato crezca cuanto precise; en última instancia tendremos oportunidad de eliminar unas escenas y profundizar en otras más adelante, cuando lleguemos a la fase de corrección y reescritura. Aun así, y ya que es una duda frecuente una vez que tenemos nuestra obra empezada, estas son aproximadamente las longitudes que se estilan:

-Novela: obra de más de 40.000 palabras
-Novela corta: obra de entre 17.500 y 40.000 palabras
-Relato: obra de entre 7.500 y 17.500 palabras
-Relato corto: obra de menos de 7.500 palabras

Por si alguien siente curiosidad, El rebaño del lobo ronda las 40.000 palabras, lo que la convierte o en una novela larga corta o en una novela corta larga (vaya tontería), aunque en el momento de escribirla yo no me planteé este tema en absoluto.  

El lector

El darle o no importancia a este asunto es una elección más bien personal; hay quien entiende que la obra debe ser lo que debe ser, sin pensar en un posible lector, y hay quien prefiere tener presente el efecto que lo escrito puede tener más adelante en el público. Si este es el caso, debemos plantearnos cuál es nuestro lector tipo, es decir, la persona ideal que esperamos que lea nuestro libro. Edad, extracto social o cultural, aficiones o incluso, por qué no, inclinaciones políticas.

Me gustaría decir que no pensé en ningún posible lector mientras escribía El rebaño del lobo, pero estaría faltando a la verdad. En un principio, mucho tiempo antes de plantearme la publicación, imaginaba la reacción de mis amigos, y más adelante, sobre todo en las fases finales, trataba de ponerme en el lugar del lector porque me parecía el único modo de causar las sensaciones que buscaba, aunque este último lector imaginario no estaba muy bien definido.
  

El manuscrito 

Bueno, me he extendido más de lo que pensaba... pero después de mucho planificar, pensar y repensar, ha llegado el momento: estamos en condiciones de comenzar nuestro primer borrador, (el primero de los muchos que vendrán... pero ese es otro tema).

Una página primero, después un capítulo, y antes de que nos demos cuenta el nudo y el desenlace de nuestro relato. Sin prisa... pero sin pausa. Revisando lo que escribimos, pero sin exagerar innecesariamente, ya que la verdadera revisión, la que realmente será útil, llegará más tarde.

Cuidando a nuestros personajes, para que no descalabren toda la historia; cuidando la trama, para que no se nos vaya de las manos o reprima a nuestros personajes; pero al mismo tiempo sin miedo alguno a improvisar, a cambiar un giro de la trama a última hora, o incluso crear de la nada un personaje que en un principio no creíamos necesario; al fin y al cabo es una fase de creación, y todavía puede pasar de todo.

Poco más puedo añadir sobre esta fase, al menos en un sentido creativo. Pero en cuanto a la forma... en fin, lo más importante a tener en cuenta es que los aspectos prácticos son los menos importantes. Y sin embargo... les damos importancia, aunque no termino de explicarme por qué.

Me refiero a cuestiones como el software, la maquetación, la longitud de los capítulos, etc. Son cosas de una importancia mínima, pero al mismo tiempo representan una buena excusa para haraganear un poco sin sentirnos tan culpables durante algún bloqueo o parón. Esto no es malo si no abusamos de ello, pero es una de las distracciones más peligrosas, porque a veces ni siquiera nos damos cuenta de que es un tiempo durante el que no estamos trabajando. Así que mucho cuidado.


Mi experiencia

Mi experiencia con El rebaño del lobo... la verdad es que no sé si es muy frecuente o quizá un poco excéntrica. Descubrí que me distraía si escribía en mi ordenador; que cuando no abría el explorador para "comprobar alguna cosa" (hacer el vago) cambiaba la maquetación o el tipo de letra de mi procesador de textos durante el tiempo que debería dedicar a escribir.

Así que me pasé al método tradicional. Escribía a mano en los típicos folios A4, los mismos que pronto terminaron convirtiendo mi habitación en un caos de deforestación literaria. Después releía y corregía sobre el papel cada capítulo, llenando de apretadas notas y garabatos el manuscrito original (la verdad es que es para verlo, todavía lo conservo en su mayoría). Una vez escrito, releído y corregido, lo mecanografiaba en el ordenador, lo que me daba la oportunidad de repasarlo de nuevo. Ya no suelo hacer esto, aunque de vez en cuando vuelvo a los folios; todavía tienen algo de encanto...

Y la redacción del texto en sí... cambié, cambié, cambié, improvisé, me equivoqué, acerté, volví a equivocarme... lo normal, supongo. Aunque ya había escrito mucho antes, fue la primera vez que terminé un texto largo, de modo que no estaba familiarizado con la organización, la composición de algo tan grande. Pero tuve suerte y conseguí que no se me fuese mucho de las manos.

No obstante, incluso tras teclear ese FIN que tanto había deseado escribir, todavía me quedaba mucho trabajo por delante...

7 comentarios:

  1. La extensión de la novela es lo de menos, aunque si es corta corregirla va a resultar más fácil porque se requiere menos tiempo en las relecturas.40.000 palabras está muy bien, imagino que viene a ser más o menos como "Demian" de Hesse que en edición de bolsillo tiene un poco más de 200 páginas.

    Los ordenadores son unos pavisosos xD, no hay nada como una buena máquina de escribir.

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  2. En efecto es más fácil corregir una novela corta, y sobre todo es más difícil perderse en la trama y permitir que se descontrole. Y sí, la edición finalmente tendrá alrededor de 200 páginas, así que has dado en el clavo.

    Te aseguro que, teniendo en cuenta las horas a las que suelo escribir, en el mejor de los casos acabaría con la máquina de escribir por sombrero... a nadie le gusta escuchar el claqueteo de una olivetti a las cuatro de la mañana, me pregunto por qué. xD

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  3. Yo cada vez que he intentado escribir algo lo más dificil era dar con el narrador, es algo muy complicado ya que nunca parece encajar un modelo para todo el relato. Con respecto a la herramienta, el papel y boli esta bien, pero duplica el trabajo. Creo que lo mejor es el ordenador y esconder el router mientras uno trabaja.

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  4. Una vez leí que Vargas Llosa escribe todos los días, sin faltar uno, de 16:00 a 20:00, pase lo que pase. Incluso cuenta una amigo suyo una anécdota: un día a las 15:50, tomando un café después de comer juntos en un restaurante, se acerca a él una mujer despampanante con un abrigo de pieles y le susurra al oído "debajo no llevo nada", a lo que él contesta "No sé, a las cuatro tengo que irme a escribir,..."

    Sólo es una anécdota, pero me imagino que tener un método es importante.

    Un saludo.

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  5. Odiealex: me apunto lo de esconder el router, aunque no sé cómo haré para no encontrarlo...

    Sibarita: me ha encantado la anécdota. Es cierto que hay gente con un metodismo envidiable, aunque por el momento no es ni mucho menos mi caso. Pero desde luego es algo imprescindible para alguien que se dedique exclusivamente a la escritura.

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  6. Dos cosas: yo sí creo que la extensión, el formato, tipo de letra, etc... es importante. Nuestra obra, con la que vamos a convivir durante mucho tiempo, es como nuestra casa, y en ella los detalles sirven para que nos sintamos cómodos. Además, para mí el equilibrio es primordial, por lo que no me cabe en la cabeza un capítulo (pogamos) de 15 páginas que cuenta una cosa de importancia máxima junto a otro de 65 que cuente cosas "de transición". Ya, ya sé que la solución evidente a esto es que no existan los capítulos "de transición", pero creo que no hace falta mucho esfuerzo para entender a lo que me estoy refiriendo.
    Y esto enlaza con la segunda cosa, que no es otra que lo que yo llamo "la rutina del escritor". Para que una casa, por cómoda que esta sea, sea nuestra casa debemos visitarla con frecuencia. ¿Cuánta frecuencia? Tanta como sea posible, pero por lo menos, una vez al día. Así, yo postulo que para escribir una obra cualquiera (de cualquier extensión, ya sean 20 versos como 20.000.000) solo hay que conseguir una cosa: la rutina del escritor. O, lo que es lo mismo, la rutina del que se apunta al gimnasio o se propone una dieta o dejar de fumar. Es decir, no ceder un solo día a la pereza. En lo que nos toca, no dejar un día sin escribir. Aunque sea una línea, aunque sea una palabra que al día siguiente borrarás para escribir otra. Lo que sea. Pero sacar tiempo todos los días para "estar en tu casa". Solo de este modo se comienzan y terminan las cosas. Aemás, a medida que vas avanzando en la escritura, el ritmo de producción de la misma crece... de pronto lo que al principio eran 2 líneas al día, son dos páginas. Cuando pensabas que ibas a tardar un mes en terminar dos capítulos, te encuentras con tres en el mismo tiempo. Solo hay un secreto. La rutina del escritor.

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  7. Supongo que unos les damos más importancia que otros al tema "físico" de nuestra labor, es decir al tipo de letra, formato, etc. Y ahora que lo enfocas así, tengo que darte la razón en cuanto a la importancia de la extensión concorde de los capítulos, aunque como menciono en el post, esto es algo que cobra mucha más importancia llegados a la corrección de la obra; durante la redacción del primer manuscrito considero que debemos pararnos lo menos posible en estos detalles.

    Siento un mezcla de envidia y vergüenza cada vez que oigo hablar o incluso cada vez que hablo sobre la rutina del escritor; y es que soy un escritor tan inconstante... puedo pasarme semanas sin escribir y más tarde condensar todo ese trabajo en agotadoras jornadas de doce horas (lo he hecho a menudo). Sigo esforzándome por habituarme a esta rutina (y por dejar de fumar, hacer ejercicio, ...). Pero en fin, así y todo parece que logré escribir mi novela.

    Gracias por comentar, un abrazo.

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