Después de un parón de más de una semana, seguimos con esta humilde guía sobre el proceso de creación de una novela.
Si a alguien le pilla por sorpresa y no sabe de qué va todo esto, más información en la primera entrega de
Escribir un libro.
Pero a lo que vamos... recapitulemos: tras lo visto en las anteriores entradas ya tenemos la idea, es decir, sabemos lo que queremos escribir; y hemos diseñado a grandes rasgos un elenco de personajes y una trama, por lo que tenemos todos los ingredientes necesarios para nuestra novela.
Solo falta mezclarlos...
Últimas consideraciones
Por fin ha llegado el momento de meternos en harina, de remangarnos y sentarnos a escribir. Pero antes de volcar en el papel todo ese cúmulo de escenas que hierven en nuestra cabeza, hay un par de consideraciones que debemos tener en cuenta (la última vez, lo prometo).
A sabiendas de que pueden parecer obvios e incluso innecesarios, incluyo estos consejos porque es un error más habitual de lo que podría parecer empezar a escribir sin tener estos aspectos en cuenta, lo cual a la larga solo se traducirá en más trabajo para obtener un resultado probablemente inferior. Así que para escribir nuestro primer manuscrito deberemos tener en cuenta lo siguiente:
El tono
Debemos tener cuidado con el tono de nuestro relato, el cual cobrará forma a raíz de nuestras descripciones y diálogos. El vocabulario, las expresiones... merece la pena que nos detengamos a considerar cuales serán los más adecuados para lo que queremos narrar.
Una novela distendida, en tono de humor, probablemente usará expresiones coloquiales, frases cortas y simples, y un vocabulario no muy especializado. Por otro lado, un thriller dramático sobre abogados usará un lenguaje formal, frases largas y subordinadas, y un vocabulario lleno de cultismos y tecnicismos.
En mi novela utilizo un tono ligero, evitando los largos párrafos de frases subordinadas y dotando a los diálogos de un vocabulario simple y coloquial, principalmente debido a la corta edad de los protagonistas. Sin embargo intento contrarrestarlo con una narración más cuidada y reflexiva, a fin de crear una atmósfera que contraste con la aparente trivialidad del discurso de los jóvenes.
El narrador
¿Primera o tercera persona? ¿Conviene que sea omnisciente? Hay que tener muy claro esto si queremos evitar incoherencias de estilo. No hay nada peor que un narrador omnisciente que oculte algo al lector, o un narrador en primera persona que nos cuente cosas que no debería conocer.
Experimentar con distintos tipos de narrador puede ser muy enriquecedor, y puede dar muchísimo color a un texto, pero también puede arruinar nuestra novela si no sabemos escoger con cuidado. Para empezar, mucha gente recomienda el uso de narradores omniscientes en tercera persona.
Yo en
El rebaño del lobo he mezclado el narrador omnisciente en tercera persona con pensamientos y reflexiones de la protagonista, centrando así la narración en ella en una primera-tercera persona, aunque a decir verdad no estoy muy seguro de la terminología que se emplea aquí...
La extensión
En principio este es un apartado al que no se debería prestar mucha atención. Evidentemente, no nos plantearemos igual la redacción de un relato breve que la de una novela corta, ni del mismo modo la de una novela corta que la de una novela al uso. Pero a parte de esto, no deberíamos preocuparnos mucho por la longitud que adquiera la novela hasta que no hayamos finalizado el manuscrito.
Lo mejor es dejar que nuestro relato crezca cuanto precise; en última instancia tendremos oportunidad de eliminar unas escenas y profundizar en otras más adelante, cuando lleguemos a la fase de corrección y reescritura. Aun así, y ya que es una duda frecuente una vez que tenemos nuestra obra empezada, estas son aproximadamente las longitudes que se estilan:
-Novela: obra de más de 40.000 palabras
-Novela corta: obra de entre 17.500 y 40.000 palabras
-Relato: obra de entre 7.500 y 17.500 palabras
-Relato corto: obra de menos de 7.500 palabras
Por si alguien siente curiosidad,
El rebaño del lobo ronda las 40.000 palabras, lo que la convierte o en una novela larga
corta o en una novela corta
larga (vaya tontería), aunque en el momento de escribirla yo no me planteé este tema en absoluto.
El lector
El darle o no importancia a este asunto es una elección más bien personal; hay quien entiende que la obra debe ser lo que debe ser, sin pensar en un posible lector, y hay quien prefiere tener presente el efecto que lo escrito puede tener más adelante en el público. Si este es el caso, debemos plantearnos cuál es nuestro
lector tipo, es decir, la persona ideal que esperamos que lea nuestro libro. Edad, extracto social o cultural, aficiones o incluso, por qué no, inclinaciones políticas.
Me gustaría decir que no pensé en ningún posible lector mientras escribía
El rebaño del lobo, pero estaría faltando a la verdad. En un principio, mucho tiempo antes de plantearme la publicación, imaginaba la reacción de mis amigos, y más adelante, sobre todo en las fases finales, trataba de ponerme en el lugar del lector porque me parecía el único modo de causar las sensaciones que buscaba, aunque este último lector imaginario no estaba muy bien definido.
El manuscrito
Bueno, me he extendido más de lo que pensaba... pero después de mucho planificar, pensar y repensar, ha llegado el momento: estamos en condiciones de comenzar nuestro primer borrador, (el primero de los muchos que vendrán... pero ese es otro tema).
Una página primero, después un capítulo, y antes de que nos demos cuenta el nudo y el desenlace de nuestro relato. Sin prisa... pero sin pausa. Revisando lo que escribimos, pero sin exagerar innecesariamente, ya que la verdadera revisión, la que realmente será útil, llegará más tarde.
Cuidando a nuestros personajes, para que no descalabren toda la historia; cuidando la trama, para que no se nos vaya de las manos o reprima a nuestros personajes; pero al mismo tiempo sin miedo alguno a improvisar, a cambiar un giro de la trama a última hora, o incluso crear de la nada un personaje que en un principio no creíamos necesario; al fin y al cabo es una fase de creación, y todavía puede pasar de todo.
Poco más puedo añadir sobre esta fase, al menos en un sentido creativo. Pero en cuanto a la forma... en fin, lo más importante a tener en cuenta es que los aspectos prácticos son los menos importantes. Y sin embargo... les damos importancia, aunque no termino de explicarme por qué.
Me refiero a cuestiones como el software, la maquetación, la longitud de los capítulos, etc. Son cosas de una importancia mínima, pero al mismo tiempo representan una buena excusa para haraganear un poco sin sentirnos tan culpables durante algún bloqueo o parón. Esto no es malo si no abusamos de ello, pero es una de las distracciones más peligrosas, porque a veces ni siquiera nos damos cuenta de que es un tiempo durante el que no estamos trabajando. Así que mucho cuidado.
Mi experiencia
Mi experiencia con
El rebaño del lobo... la verdad es que no sé si es muy frecuente o quizá un poco excéntrica. Descubrí que me distraía si escribía en mi ordenador; que cuando no abría el explorador para "comprobar alguna cosa" (hacer el vago) cambiaba la maquetación o el tipo de letra de mi procesador de textos durante el tiempo que debería dedicar a escribir.
Así que me pasé al método tradicional. Escribía a mano en los típicos folios A4, los mismos que pronto terminaron convirtiendo mi habitación en un caos de deforestación literaria. Después releía y corregía sobre el papel cada capítulo, llenando de apretadas notas y garabatos el manuscrito original (la verdad es que es para verlo, todavía lo conservo en su mayoría). Una vez escrito, releído y corregido, lo mecanografiaba en el ordenador, lo que me daba la oportunidad de repasarlo de nuevo. Ya no suelo hacer esto, aunque de vez en cuando vuelvo a los folios; todavía tienen algo de encanto...
Y la redacción del texto en sí... cambié, cambié, cambié, improvisé, me equivoqué, acerté, volví a equivocarme... lo normal, supongo. Aunque ya había escrito mucho antes, fue la primera vez que terminé un texto largo, de modo que no estaba familiarizado con la organización, la composición de algo tan grande. Pero tuve suerte y conseguí que no se me fuese mucho de las manos.
No obstante, incluso tras teclear ese FIN que tanto había deseado escribir, todavía me quedaba mucho trabajo por delante...