"-¿Qué haces tanto tiempo delante del ordenador?
-Escribo.
-¿Y qué escribes?
-Mi libro.
-Ah, ¿Pero no lo habías terminado ya?"
Es un error común para quien no conozca el proceso de redacción de una novela pensar que ésta se escribe de principio a fin, y que cuando uno termina ésta está realmente terminada. ¿Lioso? Intentaré explicarme.
El manuscrito tiene un principio y un fin, y una barbaridad de letras negras y espacios en blanco que llenan todas las páginas que hay entre las tapas de encuadernación de librería (porque -y esto es prácticamente inevitable- deseando ver nuestro libro como algo físico que podemos tener en nuestras manos hemos corrido a imprimirlo a la tienda o papelería más cercana); está “terminado”.
Pero el trabajo acaba de empezar.
Todavía hay incoherencias de trama que aún no hemos identificado, el ritmo varía a veces, y quizás algunos personajes no han quedado tan “cuadrados” como nos habría gustado. ¿Qué ocurre?
Ocurre que no hemos terminado de escribir nuestro libro: estamos en la última pero no menos importante fase, en la que deberemos pulir todos los pequeños detalles.
Si hemos sido aplicados y hemos recabado información sobre el tema ya sabremos esto de antemano, por lo que no nos cogerá por sorpresa... o quizá un poco sí. Sabíamos que era frustrante, que mucha gente deja sin terminar sus proyectos precisamente en esta fase, que el trabajo pasa de ser completamente creativo a una rutina para la que no estábamos preparados… lo sabíamos, pero no lo sabíamos.
No éramos plenamente conscientes de ello, y para nosotros (sobre todo si no hemos sido aplicados y no conocíamos este proceso) era una idea lejana, un mero trámite antes de que nuestro libro estuviese en las imprentas.
Por eso coinciden tantos escritores en la importancia de la constancia, la implicación y la fuerza de voluntad como atributos imprescindibles para el buen escritor.
Si se me permite una pequeña apreciación, yo especificaría un poco más: estas habilidades no forman necesariamente a alguien que escribe buenos libros, pero sí a alguien que los termina aceptablemente.
Y ese es el punto en que se encuentra El rebaño del lobo, pendiente de un último empujón que me haga verlo terminado, sí, pero sobre todo completo.
Ufff... ¿solo una revisión? Yo nunca doy a mis obras menos de 3 revisiones. La primera, al poco de terminar, como bien has dicho, para pulir detalles. La segunda, pasadas unas semanas/meses, para cuidar las expresiones demasiado largas, cazar otro buen puñado de gazapos y erratas y preguntarme por la impresión general de la novela. Y la tercera (¡cuidado! ¡no tiene por qué ser la última! Solo la tercera), leyéndola en voz alta, declamándola y, a ser posible, en papel, ayuda a todo lo anterior.
ResponderEliminarPero, claro, entiendo que a medida que vamos creciendo como escritores quizá necesitemos cada vez menos correcciones.
Un saludo desde Sevilla.
Cierto, creo que no lo menciono en el post, pero como bien has aclarado éste proceso de revisión es largo y repetitivo, debiendo releer una y otra vez nuestro manuscrito en busca de errores o de simples cambios que queramos realizar.
ResponderEliminarGracias por el apunte.
P.S.: Nunca he releído en voz alta un escrito largo, aunque sí relatos breves. ¿No te parece un tanto fatigoso declamar una obra larga que ya has leído y releído probablemente hasta la saciedad?
Sí, me lo parece. Por eso la mayor parte del tiempo hago trampa y subvocalizo, je. Pero reconozco que lo mejor sería hacerlo.
ResponderEliminarI'm watching you :D
ResponderEliminarSi del borrador ya se puede sacar, del definitivo... Prometo leerlo, a ver que sale. Y sigue con ello, que tu vales.
ResponderEliminarCuidate
Gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarSeguir seguiré con ello, por supuesto, otra cosa es que termine todo saliendo como a mí me gustaría...
Un abrazo.